Muchos de vosotros habréis escuchado hablar sobre el teflón y sus peligrosos componentes, este producto es un recubrimiento que se utiliza en la industria de fabricación de las sartenes y ayuda a que los alimentos no se peguen a la superficie. Quizás el primer producto que nos viene a la mente es una sartén, pero hay muchas más industrias que lo utilizan, como por ejemplo para revestimiento de tejidos o como abrillantador de suelos entre otros.

El teflón se descubrió por accidente en el año 1939 por el científico norteamericano Roy Plunkett mientras investigaba en la elaboración de un gas refrigerante. El experimento salió mal y obtuvo un material blanco que no se adhería a la superficie, había creado politetrafluoretileno.

Hay que diferenciar varios conceptos que normalmente se suelen confundir: Teflón es la marca del revestimiento de las sartenes antiadherentes más conocida a nivel mundial y está formado por politetrafluoroetileno (PTFE) que es un polímero. Y por último tenemos el ácido perfluorooctanoico (PFOA) que sirve para unir la sartén a la superficie antiadherente.

Una vez aclarados estos conceptos nos preguntamos, entonces ¿es tóxico? Bien, si el recubrimiento del teflón está en buen estado es inofensivo, pero si se raya, el PFOA se libera mezclándose con los alimentos que estamos cocinando, de ahí el consejo que siempre se suele dar: evitar usar utensilios metálicos y cambiarlos mejor por materiales de madera. Estas sustancias además, son contaminantes ambientales con efectos tóxicos en el ecosistema y en el ser humano. El PFOA actúa como un disruptor endocrino en el cuerpo humano imitando a las hormonas, asociándose a varios tipos de cáncer: testículo, ovario, riñón, próstata y linfoma No Hodking, problemas de esterilidad y problemas relacionados con la tiroides.

¿Y qué ocurre con el PTFE, es perjudicial?

Pues de momento es seguro, es más, es la sustancia con mayor poder antiadherente que se conoce y se utiliza también en medicina para fabricar prótesis vasculares. Además se ha comprobado que no migra hacia los alimentos siempre que no se altere su estado y esté en condiciones óptimas. Además, este famoso polímero posee las características de ser un gran aislante térmico, flexible, no se altera por la acción de la luz solar y es capaz de aguantar temperaturas entre -250ºC hasta 250ºC.

No se aconseja superar los 250ºC, pues comienza a descomponerse liberando gases y pequeñas partículas. Estos gases al llegar a la atmósfera se transforman en ácidos orgánicos halogenados teniendo efectos en ecosistemas, en la capa de ozono, y en consecuencia en la salud humana. La aspiración de estos gases en grandes cantidades puede producir un síndrome llamado “la fiebre de los fluoropolímeros”, similar a los síntomas de una gripe, y que puede provocar la muerte a pequeñas aves.

¿Cómo evitamos estas sustancias?

Hay muchas alternativas saludables para cocinar y no poner en riesgo nuestra salud y las de los demás, os vamos a mostrar algunas:

Acero inoxidable: es un material inocuo, se puede utilizar para freír o cocer, aunque los alimentos suelen pegarse, lo que se puede evitar usando aceite muy caliente para freír.

Cerámica: se han puesto muy de moda en los últimos años, son delicadas y más susceptibles de sufrir daños como rayaduras, pero una opción saludable y ecológica.

Hierro fundido: es un material pesado, no se deforma y las sartenes hechas con él  suelen costar más de lo habitual. Se usa desde hace siglos y otorga un sabor especial a las comidas. Para evitar que se peguen los alimentos hay que calentar la sartén previamente.

Barro cocido: producto ecológico y natural usado desde la más remota antigüedad. Es un material de buena calidad y otorga un buen sabor a las comidas. El único inconveniente es que es un material pesado y no es un método rápido de cocina, hay que dedicarle más tiempo para cocinar alimentos.

Titanio: material de gran calidad, saludable y perdurable. Permite cocinar sin aceite, el único inconveniente es su alto precio.

Casilda Nogales Solórzano