Fotografía: Christian Fregnan on Unsplash

En España no existe la costumbre de los mercadillos, puestos donde la gente vende cosas que le sobran a la puerta de su misma casa o en alguna plaza, de acuerdo con algún grupo de vecinos. Pero sí hay aplicaciones móviles de compraventa de segunda mano, como Wallapop o Vibbo (heredera de la revista Segunda Mano). Estas aplicaciones pueden tener gran importancia a la hora de implantar la llamada economía circular. Y podrían usarse, y se usan, para intercambiar prendas de ropa.

En general, la ropa se ha utilizado y re-utilizado hasta la extenuación: dentro de la misma familia, los hermanos pequeños heredaban las prendas usadas por sus hermanos mayores, y existía una activa red de intercambio de ropa entre parientes, vecinos, y amigos. Una vez llegado al límite de su uso, la ropa pasaba a la categoría de trapos, y una categoría profesional, los traperos, se encargaba de su recogida, tratamiento y reciclaje, para la industria como material de limpieza o materia prima de papel o de textiles secundarios.

Actualmente la proliferación de ropa barata de usar y tirar “fast fashion” ha hecho trizas el modelo de economía circular de la ropa. La gente compra cada vez más prendas, se ha pasado de unos pocos kilos al año a decenas. Llega un momento en que los armarios no dan de sí y hay que tirar ropa a la basura. Además, esta ropa barata no es de buena calidad, al menos desde el punto de vista de los materiales usados. Se suelen usar mezclas más o menos complejas de tejidos sintéticos como el poliéster con fibras naturales como el algodón, lana, lino, etc. Estos materiales mezclados son una pesadilla para el reciclaje de ropa. De manera que tenemos crecientes acumulaciones de residuos de ropa de mala calidad y de difícil reciclaje a los que no se sabe cómo dar salida.

La industria de los envases se encontró con un problema similar y lo resolvió, mal que bien, con los SIG (Sistema Integrado de Gestión). Ocurrió que el sistema tradicional de envases de vidrio y hojalata muy fácilmente reciclables e incluso (el vidrio) reutilizables se transformó en pocos años en una enorme acumulación de envases complejos de diferentes tipos de plásticos, cartón de bebidas y latas de aluminio. Ecoembes se encarga legalmente de organizar la recogida y tratamiento de toda esta masa, mediante el sistema de punto verde adherido a cada envase que implica que se ha pagado una pequeña sobretasa para pagar el proceso. Los ciudadanos llevamos los envases de plástico, cartones de bebidas y latas a los contenedores amarillos y a partir de ahí Ecoembes se responsabiliza de ellos. La industria del vidrio y del papel llevan décadas organizando sus propios circuitos de economía circular para el vidrio y el papel y cartón, con buen éxito.

Las grandes marcas de ropa llevan algunos años instalando puntos de recogida de ropa usada en sus tiendas, pero no queda claro qué se hace con el material una vez recogido y todo el asunto parece más greenwashing que otra cosa. Tal vez ayudaría implantar en la ropa una señal parecida al punto verde, con su sobretasa, y unos contenedores normalizados y reconocibles. El SIG de la ropa se podría llamar EcoRopa y sería responsable de acopiar fondos a través del punto verde textil, organizar la red de contenedores y la recogida, y garantizar el tratamiento posterior adecuado de la ropa recogida. Y que permanezcan los contenedores de ayuda humanitaria estrictamente para ropa en excelente estado, lavada y embolsada.

Otra cosa que la industria de la moda está pidiendo a gritos es una ecoetiqueta. Esto será mucho más difícil que el punto verde textil. La ecoetiqueta (la hoja verde europea) de los alimentos ya es complicada, pues marca productos producidos mediante la agricultura ecológica, que a su vez no es fácil de definir. Pero se ha llegado a un consenso, y el consumidor que compra un litro de leche con la hojilla verde europea sabe que está comprando algo con un contenido en sustancias potencialmente tóxicas (derivadas del uso de pesticidas, principalmente) muy inferior al de los productos de la agricultura convencional. La ecoetiqueta de la moda, la “percha de ropa verde europea”, tendrá que indicar que la prenda en cuestión no ha contribuido a esquilmar los recursos de tierra y de agua, que se ha fabricado en buenas condiciones ambientales y sociales y que es fácil de reciclar. Sustituiría a las diversas etiquetas que existen hoy y podría estar basada en los estándares que ya existen más asentados, como el Oeko-Tex alemán.