Fotografía: Brenda Godinez on Unsplash

Relleno, con gambas, en salsa guacamole, en un batido, o en una ensalada. Para desayunar, comer o cenar. En los últimos años el aguacate ha empezado a formar parte del régimen alimentario de buena parte de la población mundial.

Según la UN Comtrade Database, los EEUU son los mayores importadores de aguacate. Durante los últimos años la cantidad importada en el país se ha casi triplicado, pasando de 345 millones de kg en 2010 a casi 928 millones en 2017.  Esta “fiebre del aguacate” ha llegado también a Europa, donde en los últimos siete años se han más que duplicado los niveles de importaciones de la región. ¡España tampoco ha sido inmune a esta moda, pasando de importar casi 33 millones de kg de aguacate en 2010 a 98 millones en 2017!

¿Y por qué esta exótica fruta se ha vuelto tan famosa?

Sin duda, por sus numerosas propiedades alimenticias: es rico en ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico), magnesio, potasio, vitaminas C, E (potente antioxidante), y B6. Además, la Fundación Española de la Nutrición ha declarado en un informe que “diversos estudios han indicado que el consumo de aguacate reduce los niveles de colesterol total y de su fracción LDL-Colesterol (colesterol «malo»), así como los triglicéridos en sangre”. Pero, no es todo oro lo que reluce, este superalimento está causando tantos beneficios para los consumidores como desastres en los sistemas ecológicos de los mayores países productores. Entre estos, México es el protagonista indiscutible, con una producción histórica en 2017 de casi dos millones de toneladas, destacando también como primer país exportador (896.5 millones de toneladas de aguacate exportadas en 2017), seguido por Perú y Chile.

Pero, ¿qué hay detrás de esta exquisita y tan amada fruta?  

El aguacate necesita una elevada cantidad de agua. La Water Footprint Network afirma que: “Se necesitan 2.000 litros de agua para producir un kilo de aguacate – cuatro veces más de la cantidad necesaria para producir un kilo de naranjas y 10 veces más que la cantidad para producir un kilo de tomate”.

El cultivo de esta fruta está causando graves problemas medioambientales en los mayores países productores. En México (principalmente en el estado de Michoacán) “muchos agricultores han llegado a quemar amplias zonas de bosque para convertirse al monocultivo de aguacate”, declara el periódico español La Vanguardia. Además, la alta retención de agua para el cultivo del aguacate está disminuyendo la cantidad de agua disponible para los animales y los habitantes de la zona.

El medio británico The Guardian ha investigado la situación de los habitantes de la provincia de Petorca (Chile) en su artículo “Chilean Villagers claim British Appetite for avocados is draining region dry”.  El periódico británico declara que en esta región “muchas plantaciones de aguacate instalan cañerías y pozos ilegales con el objetivo de desviar el agua de los ríos para irrigar sus cultivos. Como resultado, los habitantes afirman que se han secado los ríos y que el nivel de agua subterránea ha bajado, causando una profunda sequía regional. Por esta razón, los residentes están ahora obligados a usar agua contaminada entregada por camionetas. Un estudio comisionado en 2014 sobre el agua repartida demostró que los niveles de coliformes (las bacterias que se encuentran en heces), eran muchos mayores del límite legal. Veronica Vilches, una activista chilena entrevistada por el The Guardian, comentó que “para enviar buenos aguacates a los europeos, nosotros estamos bebiendo agua con caca”.

¿Cómo poder solucionar este problema?

Renunciar totalmente a este superalimento podrá parecer a muchos un reto demasiado complicado. Tampoco boicotear por completo un producto cuya exportación se convirtió para algunos países en una actividad económica pujante de miles de millones de dólares parece la solución más apropiada.

Entonces, ¿qué hacer?

Por ejemplo, la próxima vez que vayas al supermercado, podrías empezar a fijarte en cuál es la procedencia de los productos que compras y cuáles han obtenido certificaciones de sostenibilidad social, ambiental o económica.

¡Existen ya muchos tipos de certificaciones (Rainforest Alliance; Fairtrade (Comercio Justo); UTZ Certified;etc..), solo hace falta identificar cuáles son tus favoritas!

Benedetta Eleodori

 

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