Es verdad que hay mucha cortina de humo y mucho paripé en esto de la ecología salvaplaneta. Pero también hay mucha gente honesta haciendo cosas importantes.

Tiene toda la razón Martín Caparrós en un reciente artículo aparecido en El País, “Salve al planeta con la toalla”, en su crítica a los ecololós. Estos son de dos tipos. Unos son  los ciudadanos que “salvan el planeta” en plan pijo, haciendo cosas que no requieren grandes sacrificios, por ejemplo, “poner nuestros restos en la bolsa indicada, comprar tomates caros en lugar de baratos, extasiarse ante los ojos de una vaca o, ya puestos a arriesgar, secarse dos veces con la misma toalla”. Los otros ecololós son las grandes empresas depredadoras de recursos, que se lavan la cara como los gatos con miles de iniciativas verdes vistosas pero de poco compromiso.

Los eco-no-lolós no se limitan a comprar tomates caros, son personas que prefieren limitar su huella ecológica con intención de que haya sitio y recursos para todos. La verdad es que son un poco pesados a veces, pero tienen buena intención y no suelen ser fanáticos como los del movimiento La Tierra Primero, Earth First. Les gusta cocinar, compran poca comida superempaquetada de la que se arroja al microondas, les da por usar  la bici y el coche compartido, arreglan su ropa, no les gusta el usar y tirar, etc.

No son cosas tan banales como parecen, son pasos importantes para un mundo más sostenible. Y no están solos: hay un creciente número de empresas que fabrican y reparan bicicletas, producen y distribuyen energía renovable, organizan sistemas de coche compartido, cultivan y venden alimentos de calidad, etc, etc. El año pasado se vendieron en España más bicicletas que coches. Hay un cierto cansancio hacia esta vida de pesada huella ecológica, de acumulación de ruido, residuos y sustancias tóxicas en el agua y el aire. No es necesario ser un pijo ni un salvaplanetas para darse cuenta.

Jesús Alonso Millán