Un vistazo a la cuenta de Twitter de AEMET (la Agencia Estatal de Meteorología) de los últimos días pone los pelos de punta. “Histórico 5 de septiembre”, junto a un mapa de las tremendas temperaturas que se midieron en Andalucía ese día. “07/09 12:01 #AEMET #avisos nivel naranja por temperatura máxima para hoy en 14 provincias”, “Resumen del mes de agosto: 1,3ºC por encima de lo normal y 8 mm de precipitación, (23mm media periodo de referencia)”.

La temperatura máxima en Madrid el 7 de septiembre es de 38ºC, pero lo peor es que la mínima ha sido de 23ºC. Estos datos son meteorológicos, medidos en observatorios estandarizados. Si los termómetros de la AEMET se metieran en un patio de vecinos en plena guerra de acondicionadores de aire, los sensores se dispararían.

Las olas de calor en una gran ciudad serían mucho más soportables si no fuera por el ejército de aparatos de aire acondicionado que llenan nuestras calles y patios. Sin pensar por un momento en procedimientos de refrigeración más baratos y mucho más eficaces, muchas personas sencillamente llegan a casa y “ponen el aire”.

Los compresores del sistema de aire acondicionado producen un tipo de ruido especialmente molesto, sincopado y resollante. También generan una nube de calor húmedo que invade las ventanas de los vecinos y convierte los patios de ventilación, por donde debería entrar el saludable aire fresco de altura, en saunas de las que hay que protegerse cerrando las ventanas.

La solución más habitual ante esta agresión térmica y acústica del vecino suele consistir en instalar a su vez otro aire acondicionado, que a su vez hará la vida imposible al vecino más próximo. El resultado final son edificios que antes eran bastante fáciles de refrigerar mediante la captación de aire fresco en los patios de ventilación convertidos en colmenas herméticamente cerradas, mantenidas a baja temperatura interior mediante docenas de ruidosos compresores que envuelven el edificio y a todos los que pasan cerca en una vaharada de calor.

Esta cultura de combatir el calor a base de fuerza bruta es general y contribuye a convertir las ciudades en un horno. En general, no se piensa en soluciones más sostenibles y más eficaces a largo plazo para climatizar los edificios, como la refrigeración por evaporación y la mejora de aislamientos.

El diseño de los edificios es fundamental, no hay más entrar en el portal de una casa antigua en un día tórrido para comprobarlo. Hay muchas soluciones antes de llegar a la proliferación de aparatos de aire acondicionado sin orden ni concierto, que están convirtiendo nuestras ciudades en hornos invivibles –y contribuyendo significativamente al cambio en el clima que ya estamos sufriendo.