Fuentes sin identificar del sector de la industria alimentaria han declarado acerca de la pretensión de varias grandes cadenas de distribución de alimentos (Mercadona, Lidl, DIA, Auchan, etc.) de alejarse del aceite de palma. Parece ser que lo hizo hace poco la pequeña cadena SuperSano y sus ventas aumentaron un 20%. Las grandes distribuidoras están tanteando el terreno, viendo la posibilidad de limpiar sus estanterías de una sustancia con una fama cada vez peor, por varios motivos: destrucción de bosques en el sudeste asiático, riesgo de provocar enfermedades cardiovasculares y últimamente evidencia de que puede  ser cancerígena.

Lo que dijo la industria alimentaria fue lo siguiente: el aceite de palma “en muchos casos no se puede sustituir… Aporta consistencia, untuosidad, da un toque crujiente… También alarga la vida útil del producto y evita que se deteriore visualmente. Se ha intentado sustituir, pero no se ha podido”. Esta declaración tiene su importancia, pues es una de las pocas veces en que la industria admite de plano que no nos venden comida de calidad, sino alimentos simulados cuidadosamente diseñados para que resulten adictivos, multiplicando así las ventas y por ende los beneficios de las grandes empresas. La industria alimentaria en España reúne decenas de miles de empresas, la mayoría muy pequeñas y que no usan ni una partícula de aceite de palma.

La gran industria, efectivamente, ha creado una especie de ingrediente principal a base de mezclar aceite de palma con azúcar y sal que inyecta en todos los productos que puede, desde platos preparados a galletas. La razón se explica arriba: que toda los alimentos resulten “untuosos y con un toque crujiente”, de esos que no puedes dejar de comer. La mezcla de aceite de palma con azúcar y sal es muy barata y se puede añadir a cualquier cosa.

¿Cuál es la razón de una confesión tan insólitamente sincera de la industria? Entre otras razones, que eliminar el aceite de palma de sus productos será un trabajo duro. Un examen de las aproximadamente 300 referencias de galletas que hay en el mercado online de DIA muestra que como mínimo el 90% incluyen aceite de palma en su composición. Los cereales de desayuno deben rondar el 80%, y la proporción es alta también en panes, bollería diversa, platos preparados, cremas para untar, snacks variados, margarina, chocolates, etc.

¿Tiene algún sentido la declaración de la industria de que el aceite de palma “no se puede sustituir”? No tiene ni pies ni cabeza. El aceite de palma refinado (que no tiene nada que ver con el aceite de palma sin refinar, de color oscuro y bueno para freír y cocinar) es un recién llegado a la mesa de España y de Europa en general, y lo que ha hecho ha sido sustituir grasas de mucha mayor calidad como la mantequilla o el aceite de oliva (o los aceites sin refinar de coco, nueces o soja). La coartada de la industria fue la fabricación de productos supuestamente más saludables huyendo de las grasas saturadas que elevan el colesterol malo. Usando ese argumento, hemos pasado de consumir esporádicamente ricas galletas de mantequilla a devorar compulsivamente adictivas galletas a base de aceite de palma y azúcar.