Un mito muy extendido dice que nuestro estilo de vida está basado en el derroche y que es completamente insostenible. Pues no es verdad. Sí, el estilo de vida de muchas personas está basado en el derroche y es insostenible. Pero hay muchas otras que gastan energía y agua con parsimonia y que no tiran apenas comida a la basura.

Es una cuestión de huella ecológica personal. No es la misma la de un ciudadano que vive en un lejano chalet de 350 metros cuadrados con una hectárea de césped, tres coches –uno de ellos un SUV de 2,5 toneladas– y sistema completo de calefacción y aire acondicionado, que la del habitante de un piso más bien pequeño en la ciudad, sin coche y con una estufa que enciende de vez en cuando en lo más crudo del invierno.

Tampoco es igual llevar una buena vida con una huella ecológica personal reducida que vivir en la miseria. Por ejemplo, si dispones de buen transporte público y tu casa está bien aislada, vivirás muy bien sin gastar mucha energía para climatización ni transporte. Otra cosa muy distinta es no poder pagar las facturas de la energía, el agua y el transporte, o poderlas pagar tan raspadas que te conviertes en un virtuoso a fuerza de la eficiencia, con una huella ecológica personal muy reducida… sin remedio.

Desde 2007 hasta hoy se han multiplicado las iniciativas de ahorro en los hogares, que suponen en definitiva una reducción de su huella ecológica. Desde recetas de cocina que se pueden hacer por muy poco dinero a trucos para recortar el consumo de agua y de energía. La mayor parte están orientadas a reducir el consumo eléctrico, que ha subido mucho de precio en la última década, tanto que muchas familias no pueden pagarlo, se congelan en invierno y se asan en verano. Es la pobreza energética, la expresión más sangrante de la desigualdad. Mientras tanto, un sector de la sociedad disfruta de calor tropical en invierno y aire acondicionado polar en verano, en todas las habitaciones de su casa.

Se impone el impuesto sobre la huella ecológica personal, el IHEP, que tendría un doble efecto: reducir la disparatada huella de una parte reducida de la población, que supone una parte demasiado grande de la huella ecológica total, y acopiar recursos financieros para mejorar significativamente la calidad de vida de la parte de la población con menos recursos.

El IHEP sería más justo, más fácil de calcular y más difícil de evadir que el actual IRPF. Plantea la aspiración a la equidad de nuestra sociedad en un terreno más amplio que el de la posesión del dinero: el de la ocupación de una parcela del Planeta en el que tenemos que vivir todos.

Jesús Alonso Millán