Hace unos días pudo verse en una céntrica calle de Madrid un cochazo pintado de negro que se movía sin hacer ruido. Sí, era un Tesla, y hay muchos más circulando silenciosamente por nuestras calles y carreteras, acompañados de los algo más numerosos Nissan Leaf, Renault Zoe y Twizy y otros modelos eléctricos, el coche del futuro. Nadie lo duda, pero este futuro, ¿será cercano o lejano? Para dilucidar esta cuestión, hemos planteado un debate sobre la presencia del coche eléctrico en la transición hacia sostenibilidad.

Partimos de un hecho firme: las ventas de coches eléctricos, en España, no llegan al 1% de las ventas totales de coches. En 2016 se vendieron casi 5.000, y algo más de 30.000 híbridos, contra unas ventas totales de 1,15 millones de vehículos. Por cada coche eléctrico, hoy se venden 230 coches de motor de explosión. ¿Y mañana?. Una reciente encuesta entre un grupo de conocedores del asunto dio porcentajes de coches eléctricos circulando por las calles en el año 2030 entre el 1% y el 40%. No nos ponemos de acuerdo, salvo en que los coches híbridos parecen consolidarse como transición lógica entre el motor térmico y el eléctrico.

Saliendo de nuestro país, la cosa cambia y nos puede dar pistas. Francia tiene una excelente red de puntos de recarga rápida. El caso de Noruega es muy llamativo. Buenos sueldos medios y muy sustanciosas ayudas del gobierno, principalmente en forma de  exenciones de impuestos, hacen que un Tesla resulte un modelo muy accesible. También es cierto que Tesla está ya fabricando su modelo 3, que se supone que se venderá por unos 40.000 euros. Incluso ya existe un cierto mercado de Teslas de segunda mano.

El Tesla es la tercera generación de eléctricos. Los vehículos de la primera parecían carritos de golf y los de la segunda utilitarios bastante normales con enchufe en lugar de depósito de gasolina, pero los de la tercera (Tesla) son cochazos. Con un Tesla puedes ir con la cabeza muy alta a cualquier parte, cosa más importante de lo que parece si se trata de comprar un coche.

Se trata del efecto reunión de amigos (o de cuñados, o primos). Cualquier sugerencia de comprar un coche eléctrico recibe la incredulidad como respuesta, y dos argumentos demoledores incontestables: ¿dónde los recargas? y “te quedas tirado a los pocos kilómetros”.

Es cierto que en los eléctricos más convencionales, como el Zoe o el Leaf, queda mucho por hacer. La autonomía es escasa, el precio demasiado elevado, y el coche no ofrece nada que pueda compensar estos hándicaps.

Volviendo a nuestro coche eléctrico favorito, Tesla ofrece energía gratuita en los puntos de recarga rápida a sus usuarios. Un punto muy positivo a este respecto de la ley española que regula la recarga de vehículos eléctricos es no se necesita el permiso de la comunidad de vecinos para instalarlos, a diferencia de lo que ocurre en otros países. Solo hace falta instalar un enchufe trifásico para la recarga nocturna, que sale por un precio inferior a los 2 euros.

El coche eléctrico tiene como principal punto fuerte un coste de operación muy bajo: la energía eléctrica es mucho más barata que la gasolina o el gasoil, las averías casi no existen, la ITV es más fácil de pasar e incluso (por ahora) este tipo de coches no paga  impuestos ni aparcamientos y está autorizada su circulación por zonas restringidas para los vehículos convencionales. Otra alternativa es la moto eléctrica, como el modelo Zero S:, 325 km de autonomía por 12.000 €.

El problema está en su elevado precio inicial, derivado de las baterías, por el hecho de  contener éstas materiales valiosos y caros, como el litio. Por el contrario, la parte de información y control (pantallas, displays informativos, software, sensores), etc., es muy barata. La adaptación del coche eléctrico a sistemas de coches autónomos / compartidos / funcionando en red en smart cities es muy sencilla. Nota: los eléctricos son más ligeros que los convencionales y podrían serlo más. Otra ventaja: tienen la posibilidad de absorber energía del entorno, principalmente la luz solar, vía paneles fotovoltaicos.

Parece ser que la conducción eficiente, es decir, sacar el máximo partido de la recuperación de energía en la frenada regenerativa, puede aumentar mucho la autonomía de estos coches. (Un Tesla recorrió 1000 km con una sola carga de batería). Los eléctricos tienen grandes posibilidades de recuperación y “reciclaje” de la energía. Las pantallas del salpicadero muestran cómo la energía viaja de la batería a las ruedas o de las ruedas al motor.

La tecnología parece que funciona, pero la cultura es otra cosa. Es importante el asunto del status como argumento principal del comprador de un coche. Los coches eléctricos no transmiten la impronta de “calidad y exclusividad” que proporciona un SUV, el tipo de coche más vendido últimamente. La barrera cultural es fundamental, y la publicidad no hace casi nada para levantarla. Por ejemplo, casi nadie recuerda anuncios de coches eléctricos. Aunque esto podría estar cambiando, véanse los anuncios del Hyundai Ioniq o del Toyota Hybrid.

Mientras tanto, la industria europea del automóvil sigue metida en el callejón sin salida de la reducción de emisiones. Miles de ingenieros ultracualificados estiran penosamente el hilo agotado del coche de gasoil o gasolina mientras un puñado de ingenieros, en otra parte del mundo, diseñan la movilidad del futuro.

Con la participación de Jesús Alonso Millán, Cecilia Barrera Gamarra, Alice Cognez, Iván Gálvez Rochel y Casilda Nogales Solórzano.