¿Llenar las ciudades de abejas? ¡¿Es que nadie piensa en los niños?! Pues resulta que sí, y no es ninguna locura, la implantación de colmenas en azoteas y jardines puede servir de gran ayuda tanto para las abejas como para las ciudades y los que las habitamos.

La apicultura urbana resulta ser un acercamiento reciente a una actividad agrícola ancestral, que en muchas ciudades punteras está creciendo notablemente, lo que hace pensar que la concienciación y el reencuentro con lo rural es cada día mayor. Se puede considerar Londres como el referente mundial número uno de la apicultura urbana. La actividad viene desarrollándose desde finales del siglo XX, y no ha hecho más que crecer desde entonces, cada vez son más numerosas las asociaciones, los apicultores y las colmenas en esta ciudad. No obstante no es la única,  la acompañan ciudades como París, Chicago, Nueva York y muchas otras.

Las poblaciones de abejas están en una situación muy comprometida, en los últimos años se han visto drásticamente reducidas sin una causa identificada, aunque sí se sabe que hay una relación directa entre el uso de pesticidas, como los neocotinoides, y la desaparición de colonias. La apicultura puede combatir este problema además de poder aprovecharnos de numerosos beneficios:

Unas abejas más sanas. ¡A pesar de lo que podamos pensar en primera instancia vivir en las ciudades a las abejas les sienta bien! Dado que en la ciudad no se encuentran expuestas a estos pesticidas las abejas no sufren problemas de envenenamiento. Aunque el principal motivo por el que las abejas urbanas son más fuertes es por la alimentación, en las ciudades la variedad de plantas que requieren polinización es mucho mayor que en el campo debido a la proliferación de los monocultivos, y una dieta más variada implica un mayor surtido de nutrientes y, por qué no decirlo ¡una miel más rica!

Beneficios para nuestra salud. Es bien sabido que la miel es todo un súper alimento. Rico en múltiples vitaminas, antioxidantes, es una grandísima fuente de carbohidratos, etc. Se sabe además que la miel es una buena ayuda frente a las alergias, el colesterol…

Reconexión con la naturaleza. En las grandes ciudades sufrimos un trastorno de déficit de naturaleza, el hecho de tener abejas bajo nuestro cuidado nos hace estar en contacto no sólo con este insecto, sino también con el clima, las estaciones y las plantas que tanto dependen de las abejas y viceversa, sin olvidar lo mucho que las necesitamos los seres humanos.

Un empujón económico. Por poner un ejemplo de aprovechamiento del tirón de la apicultura urbana fijémonos en el Hotel Waldorf Astoria, de Nueva York. Al poco tiempo de apostar por la instalación de algunas colmenas en su azotea empezaron a recoger los frutos de esta práctica. Ofrecían a los clientes visitas guiadas a la azotea, incluían la miel en distintos platos de su menú, vendían de primera mano tarros de su propia miel… Fue una sorpresa para la gente del gremio ver como funcionaba este negocio de la miel de ciudad. ¿Por qué no podría hacerse lo mismo en restaurantes, hoteles, asociaciones de barrio e incluso comunidades de vecinos en ciudades españolas como Madrid o Barcelona?

Lamentablemente, además del miedo que tenemos a tener una abeja sobrevolando cerca de nuestras cabezas, es la legislación actual la que no permite llevar a cabo esta interesante actividad en las ciudades españolas, no obstante, se están realizando las primeras experiencias.

Esta actividad viene descrita en el Real Decreto 209/2002, de 22 de febrero, por el que se establecen normas de ordenación de las explotaciones apícolas. La población suele ir por delante de las leyes, puesto que esta norma sólo se regula la actividad apícola en el entorno rural y, por lo tanto, los requisitos, expuestos en el artículo 8, que deben cumplir los asentamientos hacen imposible desarrollar la apicultura en ninguna ciudad española. Los requisitos para asentar las colmenas son que tienen que colocarse al menos a 400 metros centros urbanos y núcleos de población; a 200 metros de carreteras nacionales; a 100 metros de viviendas rurales habitadas y otras instalaciones pecuarias; a 50 metros de carreteras comarcales; y a 25 metros de caminos vecinales.

Pero, si no es posible desarrollar esta actividad en la ciudad ¿cómo es posible que se estén desarrollando las primeras experiencias como exponíamos antes? Porque, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid está vigente el Decreto 85/1985, que matiza el artículo en el que se exponen las distancias de las colmenas, además de que los ayuntamientos de los municipios de Madrid tienen competencias para ampliar o disminuir distancias por razones de interés.

En resumen, la apicultura urbana es una herramienta excelente para reivindicar una ciudad más sostenible, naturalizándola y recuperando la capacidad de producir alimentos,  lo cual es un pilar fundamental de la sostenibilidad, equilibrar la balanza en cuanto a producción y consumo.

A continuación os adjuntamos un enlace de una experiencia muy interesante que se está llevando a cabo en Madrid.

Álvaro Durango Herrera