Fotografía: Pixabay

 

El coche fabricado en Europa, que antaño se paseaba orgulloso por todo el mundo –con permiso de los carros fabricados en Detroit– está en horas bajas. En las década de 1960 y 1970 el Wolkswagen escarabajo se fabricaba en diez países, y el Fiat 600 en unos cuantos más, desde la Unión Soviética a Colombia. La tercera parte de los coches del mundo salían de fábricas europeas. Ahora se piensa (o al menos lo piensan varios cientos de ejecutivos del sector) que la cifra bajará a un 5% o menos en los próximos años. Ahora es China la que fabrica el 30% de los vehículos del mundo, con su correspondiente cuota obligatoria de coches eléctricos. ¿Qué ha pasado?

Tal vez las grandes historias de éxito arrojen luz sobre la cuestión. Tanto el Volkswagen Escarabajo como el Fiat 600, o el Citröen 2CV, eran coches cien por cien utilitarios, producto de largas investigaciones para combinar la mayor sencillez y robustez posible y un pequeño motor con una buena capacidad de carga. Se vendieron como churros y motorizaron literalmente muchos países (recuérdese el caso del Seat 600 en España).

La línea utilitaria nunca desapareció de la industria europea del automóvil, pero fue arrinconada por modelos más grandes y pesados, cada vez menos eficientes, que condujo directamente a la plaga de los SUV. En 1973 la primera crisis petrolera hizo que se empezara a pensar en alternativas a la gasolina. Por desgracia, la industria pensó que la mejor alternativa de la gasolina ligera era un combustible más pesado, el gasoil. En España, al igual que en toda Europa, los diésel pasaron de poco más del 10% de las matriculaciones en 1990 al 70% en su pico máximo (2007-2011).

Este combustible de peor calidad se quemaba en motores cada vez más potentes. Entre 1990 y 2017 la potencia media de los coches vendidos en Europa creció en un 60% como media. En España, solo un 48%, en Portugal un 74%. El peso medio de los coches creció en proporción. La respuesta de la industria a esta tendencia tan contraria a los compromisos ambientales de los gobiernos (la primera Conferencia Mundial de Medio Ambiente se celebró en Estocolmo en 1972, y la crucial Conferencia de Río en 1992, mientras que el Protocolo de Kioto para reducir la emisión de gases de efecto invernadero se creó en 1997) fue parchear estos coches cada vez más grandes con afinado  mecánico en los motores para aumentar su eficiencia, catalizadores en el tubo de escape, filtros de partículas, etc. Así los diésel, una tecnología sin ningún futuro ya en 1997, siguieron dominando las calles y carreteras europeas hasta hoy mismo. Así se perdieron muchos años cruciales, en los que tal vez habría sido posible desarrollar una buena tecnología del automóvil de emisión cero.

Hace casi medio siglo que la industria europea sabe que el futuro del automóvil es la tracción eléctrica, pero en todo ese tiempo ha sido incapaz de lanzar un solo modelo de emisión cero decente, es decir, una versión eléctrica de los míticos 2CV o Fiat 600. Es decir, un coche sencillo, barato y útil por encima de todo. Ahora mismo los eléctricos disponibles son caros, difíciles de repostar y con una autonomía muy corta. Esto han dado de sí 40 años de investigación de la potente industria europea del automóvil, en un tiempo en que la rapidez de los ordenadores se ha multiplicado por un millón y la eficiencia de los frigoríficos se ha multiplicado por cinco.

Los próximos veinte años, según el informe de KPMG, van a ser sombríos. La industria seguirá ofreciendo coches grandes e ineficientes, movidos por motores diésel parcheados hasta la extenuación, esperando que la cuota de coches eléctricos no sea nunca importante. Cualquier coche que tenga motor de combustión es favorito de la industria, lo que explica la popularidad de los híbridos, lobos de gasolina o gasoil con piel de cordero eléctrica.

La industria europea del automóvil es muy importante, en términos económicos, sociales y también ambientales. Ahora mismo está en una coyuntura muy difícil. Los compradores de coches pueden ayudar, y mucho, solicitando a los concesionarios vehículos adaptados a la transición hacia la sostenibilidad, ¡necesitamos otro tipo de coches para este viaje!

Jesús Alonso Millán

 

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