Imagen de Dimitris Vetsikas en Pixabay  

 

La palabra procrastinar es muy reciente en castellano, no fue hasta 1788 que Esteban de Terreros y Pando la incluyó en su diccionario, “usan algunos por dilatar para mañana, para otro día” . Pero últimamente se está afianzando, porque suena más moderna que “holgazanear”, y además no significa lo mismo, procrastinar es “diferir, aplazar” de manera consciente, no hacer algo hoy si se puede dejar para mañana.

Es una actitud que tiene grandes ventajas para el medio ambiente y la sostenibilidad. Un procrastinador experto es capaz de dejar de hacer tal cantidad de cosas que su huella ecológica disminuye considerablemente. El tiempo que ahorra procrastinando lo puede dedicar a disfrutar de la vida o a cualquier afición. Veamos algunos ejemplos.

Secar la ropa al sol. Nada de usar la secadora y a continuación planchar con frenesí la colada. Es mucho mejor tender la ropa al sol tal cual y luego olvidarla dos o tres días. Así se consigue desinfectar perfectamente la ropa y conseguir un hermoso color desgastado en los tejidos, gracias a la potente acción de los rayos del sol.

Olvidar la compra de jabones, champús, geles de baño y ducha y otros adminículos de la limpieza. Basta con comprar cada mucho tiempo un buen lote de jabón natural en cualquier bazar y almacenarlo en casa, usándolo a continuación con parsimonia. La escuela moderna de salud recomienda espaciar las duchas y en todo caso no usar apenas jabón, pero eso es una cuestión a evaluar con la gente con la que vives o trabajas día a día.

Lleva la ropa hasta que se caiga a trozos. Así evitarás el trabajo de comprar ropa nueva e irás a la moda sin gastar ni un euro. Un objetivo asumible es usar cada prenda 2.000 veces, bien lejos de las absurdas campañas actuales que proponen usar cada prenda 30 veces.

Relajación con la limpieza casera. Hay que resistir la tentación de limpiarlo todo, continuamente, y de inmediato. En su lugar, conviene espaciar las actividades limpiadoras: por ejemplo, una limpieza general una vez a la semana, sin usar ningún producto agresivo (basta con un estropajo y un poco de vinagre) y de vez en cuando alguna limpieza especial más a fondo. Por lo que respecta a los animalillos que comparten con nosotros la vivienda (insectos y afines) lo mejor es no dejar comida de manera descuidada que les facilite la estancia en nuestro hogar, hay que resistir la tentación de ponerse a fumigar la casa con productos tóxicos.

¿De verdad necesitas ir ahora mismo? Moverte con criterio es una de las mejores formas de procrastinación, y de las mejores para el planeta. Consiste en hacer solamente los viajes mecánicos que necesitas de verdad (eso no tiene nada que ver con caminar sin rumbo, que es una actividad favorita de los procrastinadores).

Confía en el poder de la naturaleza. Si tienes plantas a tu cargo, confía en la lluvia para proveer sus necesidades de agua, riégalas solo cuando lo necesiten. Si dispones de un jardín, no lo trabajes en exceso, deja que la naturaleza siga su curso y facilite refugio a los animales entre la maleza.

Baja la basura cada mucho tiempo. Sí, es posible liberarse de la tarea de bajar la bolsa de basura todas las noches. En primer lugar, la basura orgánica no huele mal a no ser que lleve algún componente propenso, como marisco, pescado o carne. Puedes dejar que se llene la bolsa y bajarla en ese momento, tal vez una vez a la semana. Vidrio, papel y envases puedes almacenarlos en recipientes grandes y vaciarlos cuando toque. Si eres afortunado y dispones de un jardín y una gran terraza, ni siquiera tendrás que bajar la basura orgánica, basta con que la deposites en el compostador.

Jesús Alonso Millán

 

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