Fotografía: aire sucio garantizado hasta 2030 como mínimo. Fotografía tomada en la calle de Alcalá (Madrid) en 1972. Blanco y Negro, 5 de febrero de 1972

Todo parece indicar que el año 2018 se van a vender muchos coches en España, algo más que en 2017, y que el 95% del aproximadamente millón y cuarto de ventas previstas van a ser modelos de motor térmico puros. Así que tenemos 1.187.500 razones para preocuparnos. Ese millón largo de coches seguirá funcionando dentro de ocho o diez años y emitiendo muchos contaminantes directamente peligrosos para la salud, como los óxidos de nitrógeno o las micropartículas.

Todo esto ocurre cuando varias ciudades españolas están siendo amenazadas legalmente por la Unión Europea si no reducen sus niveles de contaminación, producida por los coches en un 80%, y cuando estas mismas ciudades están planeando una batería de medidas restrictivas de la circulación de vehículos de motor térmico. Además, la OMS y las autoridades internacionales sanitarias insisten en que la contaminación urbana es causa de cientos de miles de muertes prematuras solamente en Europa. Otrosí, cada vez más países están fijando una fecha para la prohibición llana y simple de los coches de motor de combustión.

Ajenos a todos estos cantos de sirena, la industria sigue fabricando coches diésel y de gasolina y los consumidores españoles siguen comprándolos. Pero como para todo hay solución, también la hay en este caso. Tal vez no consigamos salvar 2018, pero sí el año siguiente. ¿Qué podemos hacer? Pues, con el debido respeto, cosas como estas:

• El Gobierno: lanzar el PIVE eléctrico. Este año las ayudas Movalt al coche alternativo (es decir eléctrico en su mayoría), de 20 millones de euros, se han agotado en 24 horas. Un Movalt dotado con el dinero que tuvo el PIVE en su momento (más de 1.000 millones de euros en los años en que estuvo funcionando) funcionaría como el disparador que necesita el coche de emisión cero.

• Los ciudadanos: reducir su nivel de desperdicio de movilidad. Igual en el caso del desperdicio de alimentos, el de movilidad consiste en comprar transporte privado en exceso, que no aprovecha a nadie y que contamina y consume recursos inútilmente. La mayoría de los usuarios del transporte privado no necesitan un coche de una tonelada, cinco plazas y 900 km de autonomía para ir y venir del casa al trabajo, eso supone un desperdicio de movilidad de un 80%. Se podrían apañar con un patinete, una bicicleta, una moto o un cochecito eléctrico tipo Twizy. Para hacer los dos o tres viajes largos al año que se hacen de media sale más a cuenta alquilar un coche.

• La industria: dar el volantazo hacia el vehículo eléctrico. Eso es fácil de decir pero no tan fácil de hacer. Evidentemente reconvertir la inmensa industria del coche europea llevará algo de tiempo, pero no tanto como se piensa. El problema es que la industria del automóvil no envía ninguna señal clara a sus grupos de interés: apuesta por el coche alternativo pero también por el convencional. Se crea así una barrera difícil de franquear: los moribundos coches térmicos no dejan eclosionar a los nacientes coches eléctricos. China está tomándose las cosas mucho más en serio: ha prohibido la fabricación de una serie de modelos de coches muy contaminantes (cuyos equivalentes se siguen fabricando alegremente en Europa) y da por sentado que hay que ponerse en serio a fabricar coches eléctricos por millones.

• Los prescriptores: mirar con benevolencia al coche de emisión cero. Los cuñados están en contra decididamente de los coches eléctricos. Donde esté un buen SUV… Los vendedores de coches en los concesionarios parece que no quieren vender vehículos eléctricos. Se supone que su oficio consiste en amplificar las características positivas del coche en cuestión y minimizar las negativas. En el caso del coche eléctrico, los vendedores en seguida le dicen confidencialmente al posible comprador que la autonomía declarada en el catálogo es mentira, que los 400 km prometidos se quedan en 300, y eso con suerte. A continuación sugieren al cliente que se compre un SUV y que se deje de ecopijerías. Pasó algo parecido hace años, cuando salieron los primeros frigoríficos clase A: los vendedores no los recomendaban porque decían que el grueso aislamiento del aparato restaba espacio para el almacenamiento de alimentos. El factor de salud ambiental, como de costumbre, no funciona en el mercado de artículos de consumo.

En fin, que tendremos que ponernos manos a la obra si queremos una movilidad bastante menos contaminante que la actual. Hasta ahora, parece ser que los investigadores están haciendo su parte, diseñando nuevas baterías, motores y sistemas se recarga. Ya solo falta que averigüemos cómo fabricar coches eléctricos en cantidad y cómo venderlos, comprarlos y usarlos, pero sin olvidar al mismo tiempo cómo dejar de fabricar, vender, comprar y usar coches térmicos.

Jesús Alonso Millán