Algunos aspectos a considerar en un plan doméstico de gestión de la demanda.

La gestión de la demanda es el manejo de la energía desde el punto de vista de las necesidades, y no del consumo. Es decir, en lugar de pensar en “cuántos kilovatios-hora puedo ahorrar si…” empezar a considerar cuánta iluminación, calor o frío necesitamos. Este simple cambio de enfoque, según se ha comprobado, supone ya una considerable mejora de la eficiencia energética y por consiguiente una reducción de nuestras facturas.

Por ejemplo, a la hora de adquirir un calentador de agua, podemos empezar sumando todos los consumos en un día medio: si necesitamos agua caliente nada más que para una limpieza de vajilla y dos duchas, entonces un modelo pequeño (por ejemplo un termo eléctrico de 30 litros) es más que suficiente. Lo mismo ocurre cuando vamos a la tienda a encargar un frigorífico. Los modelos de dos puertas y 400 litros de capacidad son muy seductores, pero si necesitamos guardar la comida de solamente dos personas, un modelo de 180 litros será el adecuado. Lo mismo ocurre a la hora de regular un sistema de calefacción. En lugar de simplemente bajar la temperatura para ahorrar, conviene empezar por averiguar cuánto calor necesitamos. La mayoría de los hogares no necesitan 26 o 28ºC, en toda la casa, sino 22ºC en el salón, 20ºC en la cocina y 18ºC o menos en el dormitorio. La demanda de calor varía si estamos sentados en un sofá, cocinando o debajo de una manta zamorana.

Si ya estamos dispuestos a poner en marcha nuestro plan de gestión de la demanda, tenemos dos grandes opciones:

a) Buscar ayuda profesional.

Las ESE (Empresas de Servicios Energéticos) pueden ser imprescindibles si se trata de llevar a cabo la modernización energética completa de una casa grande. Se encargan de revisar todos los sistemas energéticos, recomendar y supervisar las medidas a tomar y evaluar los ahorros de energía conseguidos. Tienen una modalidad de pago de sus servicios que resulta muy interesante: el cliente no tiene que desembolsar dinero extra, sino simplemente pagarles con un porcentaje de la reducción de sus facturas de luz y gas.

Una auditoría energética profesional suele incluir medidas de la estanqueidad y de las fugas térmicas de la vivienda, así como una evaluación de las facturas de energía para detectar posibles puntos o pautas de consumo inútil.

b) Hacer nosotros mismos nuestro plan de gestión de la demanda.

Empezaremos realizando una completa auditoría energética de nuestra vivienda. Podemos comenzar revisando los principales aspectos de la envolvente del edificio, algo fundamental para detectar fugas de temperatura. La oscilación de la llama de una simple vela encendida nos ayudará a detectar fugas de calor en puertas y ventanas. En este punto deberá plantearse hasta dónde queremos llegar en la mejora del aislamiento térmico de la casa, desde unos simples burletes a una instalación completa de paneles aislantes.

Continuaremos con los generadores de energía útil usados: calderas de calefacción y sistemas de aire acondicionado, si tenemos uno. En este caso la investigación deberá detectar aparatos obsoletos que merezca la pena cambiar (como sustituir una vieja caldera por una nueva de condensación)  y también pautas de uso que convenga modificar, como horarios de encendido y apagado, temperatura de confort elegida, etc.

Podemos continuar con la iluminación, con dos vertientes: por un lado, ver las necesidades de sustitución de lámparas obsoletas de incandescencia por LED y por otro reubicar las lámparas existentes para que iluminen mejor con menos gasto. Por ejemplo, sustituir una lámpara potente en el techo por otra menos potente en un flexo, sobre la mesa. El agua caliente se puede considerar también de dos formas principales: si se debe o no cambiar de caldera y si se pueden modificar sus pautas de uso, reduciendo la temperatura de salida, por ejemplo.

Los electrodomésticos principales (lavadora y lavavajillas, frigorífico y televisor) deben ser objeto de una atención especial, con vistas a planear la sustitución de aparatos viejos por versiones A+++ y también a mejorar sus pautas de uso.

Dos herramientas muy sencillas serán de utilidad en nuestro plan de gestión de la demanda: un plano de la casa donde marquemos todos los puntos donde queremos actuar, y un calendario o gráfico mostrando la evolución estacional de los consumos.

A medida que nuestra revisión energética detecte puntos flacos por donde se escapa la energía, podemos ir haciendo la lista de cambios a introducir. En algunos casos estos serán tan sencillos como modificar el horario de encendido de la calefacción o la regulación del termostato. Otros son también sencillos, pero cuestan dinero, como sustituir las últimas lámparas incandescentes por modelos LED. Otros pueden ser francamente onerosos, como cambiar el aislamiento de las paredes.

El truco principal de una revisión energética de una casa es buscar los “yacimientos de energía derrochada”. Un ejemplo típico es el viejo refrigerador que todavía funciona en la cocina, del cual nadie se acuerda de la fecha en que fue comprado. Su sustitución por un modelo clase energética A+++ garantiza hasta 500 kWh (unos 80 €) de menos en la factura eléctrica anual.

Lo mismo se puede decir de una ventana grande y mal ajustada, de cristal simple. Su sustitución por una de doble cristal y cierre hermético supondrá un buena reducción en el gasto en calefacción. La idea consiste en detectar los puntos donde podamos conseguir más eficiencia con menos coste y empezar por ellos. En ocasiones, colocar un simple faldón en una puerta puede reducir significativamente nuestro gasto de energía.

Nuestro plan de gestión de la demanda también debe tener en cuenta las condiciones exteriores de la casa, la posibilidad de plantar vegetación en balcones y terrazas para amortiguar los extremos de temperatura, usar los patios de ventilación para refrigerar a ciertas horas, etc. Así como las sinergias positivas o negativas que se puedan presentar entre los diferentes sistemas que consumen energía de la casa, por ejemplo la posibilidad de conectar a la lavadora una toma de agua caliente del calentador de gas.

A partir de ahí es cuestión de hacer números y llamar a los profesionales, en caso de que planteemos instalaciones y renovación de equipos. Ellos se encargarán de todo, incluyendo la tramitación de subvenciones. Todas las administraciones lanzan periódicamente planes renove de calderas, ayudas para mejorar aislamientos e instalar dobles ventanas y otros similares.

Modificado de un texto redactado originalmente para la serie “Cómo funciona la eficiencia energética”, de Gas Natural Fenosa. Con la colaboración de César Casado Marín.