Fotografía: Ángeles Delgado Milara

 

La carne ha tenido durante mucho tiempo un papel central y muy simbólico en nuestros platos. Muchos países con ricas raíces históricas han servido durante mucho tiempo platos carnívoros que no solo alimentan a la población sino que son un importante soporte cultural. En Creta comen caracoles, sardinas y habas. En Tanzania comen impala a la parrilla. En América se trinchan pavos enteros para disfrutarlos en noviembre. No es que estos pueblos sean carnívoros, sino que durante siglos han apreciado los beneficios de una dieta que contiene carne.

El hecho indiscutible es que la carne tiene una extensa lista de beneficios para nuestros cuerpos, favoreciendo nuestra capacidad de trabajo, de crecimiento y de ejercicio. Las aves de corral, cerdo, ternera, cordero y mariscos son componentes esenciales de nuestras dietas porque contienen proteínas, que se convierten en energía en nuestro cuerpo y ayudan a estimular su funcionamiento cotidiano. También hay ciertos beneficios que son exclusivos del consumo de carne y no pueden ser sustituidos por alternativas vegetarianas. Por ejemplo, algunos  estudios han demostrado que la carne roja ayuda significativamente a los neurotransmisores de nuestro cerebro a combatir la depresión, la ansiedad y los trastornos de la alimentación.

No obstante, los defensores del clima que nos suplican que reemplacemos la carne por una dieta basada en plantas para salvar el planeta tal vez parezcan simplificar demasiado el problema, pero no están equivocados.

Ensaladilla

Fotografía: Ángeles Delgado Milara

 

La desaceleración del cambio climático está muy relacionada con la disminución significativa de nuestra ingesta de carne. La producción en masa de carne de vaca y pollo representa más del 18% de las emisiones de carbono del mundo. Sin embargo, la disminución de nuestro consumo de carne puede ser vista como un sacrificio, tanto cultural como nutricionalmente, por muchas poblaciones que no son aptas (ya sea por actitud o por medios) para un cambio completo en su estilo de vida.

Enmarcar el problema de una manera que valida en lugar de castigar el consumo de carne puede ayudarnos a abrir las mentes y las dietas de los consumidores de carne en todo el mundo, y salvar al planeta mientras tanto. La dieta flexitariana puede ser un buen punto de partida. La dieta flexitariana consiste en un régimen basado en plantas, pero no requiere que el consumidor exima por completo a la carne de sus comidas diarias. La mayoría de los flexitarianos practican esta dieta consumiendo muchas frutas, verduras y nueces, y agregando algunas aves de corral, pescado, leche y huevos de manera suplementaria.

La verdadera belleza de la dieta flexitariana es que puede ajustarse a muchos platos y exquisiteces globales sin cambiar drásticamente ni eliminar los aspectos fundamentales del plato. Por ejemplo, en España, la cocina tradicional tiene muchas recetas con aproximadamente 80% de verduras y 20% de carne (como el cocido madrileño), lo que significa que los platos en sí mismos se ajustan a un formato flexitariano. Y, en otros países donde la carne es un componente más central, puede reemplazarse con productos de origen vegetal que no sacrifican la integridad del plato.

Ensalada

Fotografía: Ángeles Delgado Milara

 

Por ejemplo, la carne de ternera necesaria para hacer la salsa boloñesa para espaguetis, tan popular en Italia, se puede reemplazar con alubias blancas o lentejas. Un flexitariano puede preparar y consumir comidas con cualquier proporción de carne y de vegetales dependiendo de su región, cultura, medios y preferencias personales. Al permitir que las personas decidan el grado en que su dieta se basará en las plantas, rechazamos la idea de que uno sea cercanamente vegano / vegetariano o carnívoro, y permitimos que cualquier contribución personal a un mundo más sostenible sea reconocida como tal.

Al cambiar el enfoque de la manera en que vemos el consumo de carne, reconociendo su patrimonio cultural y sus beneficios nutricionales, podemos comenzar a verla como un elemento positivo en lugar de un enemigo. De esta forma, podemos estar más abiertos a una dieta basada principalmente en vegetales y animar a otros a hacer lo mismo.

Sophie Rusen

 

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