Vivimos en un mundo en el que pululan decenas de miles de sustancias y compuestos que nuestro cuerpo no reconoce, porque no figuran en el catálogo original con el que nos equipó la Naturaleza. Por ejemplo, nuestro cuerpo sabe como reaccionar a las quemaduras solares, pero no tiene ni idea de cómo lidiar con el [4,4′-(propane-2,2-diyl)diphenol], más conocido como Bisfenol A o BPA. Muchas veces el BPA es confundido con una hormona legítima, una de las sustancias que nuestro cuerpo segrega para regular su actividad. Pero el BPA no es segregado ni regulado por nuestro cuerpo, es un agente externo, y puede causar daños a largo plazo. Es un compuesto muy ubicuo, presente en muchos productos comerciales. Por ejemplo, podemos ingerir BPA a través de la comida, pues está presente en el recubrimiento interior de muchas latas de conserva.•

El BPA se ha hecho famoso porque es de las pocas sustancias que ha recibido un dictamen bastante claro de una agencia oficial, europea en este caso: “La ECHA (Agencia Europea para Sustancias y Preparados Químicos) en su reunión de 17 de junio de 2017, confirmó por unanimidad que el BPA es una sustancia con propiedades de alteración endocrina y con probables efectos graves para la salud humana, generando un nivel de preocupación similar al de las sustancias carcinogénicas, mutagénicas y tóxicas para la reproducción”. A pesar de tan grave sentencia, el BPA no está prohibido ni mucho menos, solo hay algunas limitaciones a su uso en productos infantiles. Parece ser que en 2020 la UE publicará la re-evaluación definitiva de la toxicidad del BPA. Pero esta sustancia es una entre decenas de miles. ¿Qué podemos hacer para desintoxicar nuestra vida? No podemos ir por ahí metidos en una burbuja, pero sí seguir algunos consejos útiles. Por ejemplo:

  • Comprar más alimentos frescos y cocinarlos. Reduciremos la ingesta de compuestos potencialmente tóxicos presentes en los envases, especialmente si son de plástico o tienen recubrimiento interior de resina.
  • Preferir el vidrio como envase, principalmente de bebidas, pero también de conservas en general. El vidrio es un raro material incapaz de transmitir nada nocivo a los alimentos que contiene.
  • Leer la lista de ingredientes de los alimentos que compramos empaquetados. Si la lista es larga o contiene sustancias que no conocemos de nombres enrevesados de tipo técnico (como por ejemplo , “disulfuro de propil propilo”), conviene rechazar el alimento.
  • Lo mismo se aplica a los cosméticos y productos de limpieza corporal. En este caso la solución es fácil, no hay más que utilizar las versiones naturales de champús, geles de ducha, jabones, etc.
  • Hacer una buena limpieza del armario de la limpieza. Tirar (con las debidas precauciones) todos los productos marcados con un rombo rojo con un icono de alerta dentro (indica que el producto es corrosivo, irritante, peligroso para el medio ambiente, etc.). Sustituirlos por un poco de vinagre o limón, estropajo, fregona, etc.

 

Dos trucos más, uno fácil de seguir y otro no tanto, sacados de un artículo de Katie Wells:

  • Primero el fácil: estar más tiempo en la calle. El medio ambiente interior de casas y oficinas está mucho más cargado de tóxicos que el aire exterior… incluso en una ciudad con mucho tráfico. Si no se puede salir mucho, al menos ventilar con regularidad.
  • Y ahora el difícil: dormir a pierna suelta. Un buen y reparador descanso hace exactamente eso, ayudar a que nuestro cuerpo repare los daños sufridos durante el día. La capacidad de auto-reparación de nuestro cuerpo es impresionante, no hay más que ayudarle un poco, con una dieta sana, algo de ejercicio y un buen descanso.

 

Y para terminar, es importante huir del tóxico pesimismo. Desintoxicar nuestra vida nos hará encontrarnos mejor rápidamente, pero no conviene obsesionarse por erradicar todo compuesto sospechoso o peligro potencial de nuestra existencia.

Publicado originalmente en el blog Ciudadano autosuficiente, del diario Público.

 

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