Allá por el año 2075, los estudios ecosociales investigarán la extraña forma de vida que dominó en Occidente entre 1965 y 2025 aproximadamente, y uno de sus aspectos, la manera en que se desplazaban de un lado a otro, llamará poderosamente su atención. Hay que tener en cuenta que la vivienda tiene un ritmo más lento de cambio, y no digamos la alimentación, pero el transporte cotidiano puede moverse mucho más rápido, como es lógico. Armados con toda clase de documentación, los estudiosos de 2075 tendrán una visión bastante certera de esa época por lo que respecta a la movilidad, que para ellos será tan extraña como para nosotros una carrera de cuadrigas en un circo romano.

• Las excavaciones arqueológicas mostrarán que la mayor parte del espacio público en las ciudades estaba ocupado por las calzadas para vehículos. Una calle típica del año 2000 tenía sendas aceras de dos metros de ancho para peatones y diez o doce metros de calzada en medio, destinada únicamente al tráfico de automóviles.

• Hasta que la situación comenzó a moderarse un poco hacia 2020, los vehículos circulaban a una velocidad infernal por estas calzadas. La velocidad media era de 50-60 km/h, con muchos tramos en que se superaban los 80 km/h.

• Los coches no estaban todo el tiempo circulando a gran velocidad por las calzadas. En realidad, se cree que pasaban casi todo su tiempo inmóviles, aparcados en las calles, ocupando en total un elevado porcentaje del espacio urbano. Existía una boyante industria del aparcamiento de automóviles; se pagaban elevadas sumas por dejar el coche en un “parking” durante unas horas.

• El tráfico era una causa importante de muerte e invalidez en esta época. Los peatones se jugaban literalmente la vida si ponían el pie en la calzada reservada al tráfico, excepto en los breves momentos en que se permitía su paso a la acera de enfrente, gracias a un artilugio llamado semáforo acoplado al paso de peatones.

• Una ciudad de tamaño medio contaba con miles de semáforos. Funcionaban cortando el tráfico rodado en breves intervalos de tiempo para permitir el paso de los peatones con cierta seguridad entre la riada de tráfico. Estaban regulados para una velocidad mínima del peatón de un metro por segundo: los viandantes más lentos corrían un gran riesgo hasta que se podían poner a salvo en la acera opuesta.

• El vehículo clásico de esta época, tan abundante que forma depósitos arqueológicos de cientos de metros de espesor, era el automóvil, también llamado turismo o simplemente coche. Aunque los primeros automóviles de amplia difusión (llamados utilitarios) no eran muy grandes, estas máquinas evolucionaron hasta convertirse en pesados carros de más de una tonelada de peso, con un tamaño en proporción.

• Estos enormes vehículos eran propiedad privada. Una familia corriente solía tener un automóvil, a veces dos o hasta tres. El automóvil era responsabilidad directa de sus dueños, que debían pagar su mantenimiento, reparaciones, combustible (gasolina o gasoil), multas por infracciones, seguro por posibles daños a terceros, limpieza, aparcamiento, etc. El gasto solía ascender a un tercio de los presupuestos familiares.

• Los automóviles eran conducidos por sus dueños, pues las primeras ayudas reales a la conducción no se comenzaron a popularizar hasta 2025. Es decir, era necesario guiar activamente el vehículo con ayuda de un volante y varias palancas y pedales. Una décima de segundo de distracción podía causar un accidente, y en realidad las distracciones eran una causa muy importante de mortalidad en la época.

• Los conductores solían ir solos en sus vehículos cuando hacían sus viajes cotidianos, por ejemplo para ir a trabajar. Tras analizar las fuentes, se ha llegado a la conclusión de que la ocupación media de un vehículo en aquella época era de 1,4 personas, incluyendo al conductor. Eso quiere decir que cada ser humano necesitaba unos 800 kilos de vehículo para moverse por ahí.

• Una consecuencia indeseada de utilizar vehículos tan grandes y con motores tan potentes, alimentados a base de quemar gasolina o gasoil, era la contaminación del aire. Una ciudad grande solía tener una densa atmósfera cargada de óxidos de nitrógeno, hidrocarburos a medio quemar y micropartículas, procedentes de los motores de los automóviles. Otra consecuencia era un estruendo continuo, el llamado “ruido de tráfico”.

En fin, menos mal que las cosas están cambiando. Solo esperamos que los estudiosos se den cuenta de este cambio antes de 2075.

Jesús Alonso Millán

Fotografía nrd en Unsplash