Según la Comisión europea de Agricultura y Desarrollo Rural la agricultura orgánica, o ecológica, es “una forma de producir alimentos que respetan los ciclos de vida naturales. Minimiza el impacto humano sobre el medio ambiente y opera de acuerdo con objetivos y principios específicos”.  La UE ha desarrollado normas amplias sobre producción, procesamiento, distribución, etiquetado y controles orgánicos.

En España la agricultura ecológica se encuentra regulada legalmente desde 1989 hasta la entrada en vigor del Reglamento (CEE) 2092/91 sobre la producción agrícola ecológica y su indicación en los productos agrarios y alimenticios y luego el Reglamento (CE) 834/2007 sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos. España es el país europeo con mayor superficie agrícola dedicada a la producción ecológica, 1.968.570 hectáreas en el 2015 según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA) pero casi el 80% de la producción se destina a la exportación.

En los últimos años muchos consumidores prefieren elegir productos ecológicos no sólo porque son saludables sino también porque tienen un menor impacto ambiental de lo que  se come, pero ¿es sostenible de verdad? Un estudio de 2012 realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford coordinados por Hanna Tuomisto examinó 71 trabajos de investigación científica sobre la comparación del impacto ambiental de la agricultura ecológica y la industrial. Este estudio tomó en cuenta diferentes indicadores como la emisión de CO2, la conservación a la biodiversidad y el impacto en el terreno de la utilización de pesticidas y fertilizantes.

A nivel general la agricultura ecológica resulta tener un menor impacto medio ambiental por unidad de superficie cultivada, porque si se considera la unidad de producto, su impacto puede ser mayor. Esto porque la agricultura ecológica y la industrial tienen rendimientos diferentes: sin pesticidas y fertilizantes minerales el sistema ecológico es un 25% menos eficiente, es decir un cuarto menos de producto por unidad de superficie.

Por otro lado, el sistema industrial no se preocupa de la importancia de la biodiversidad: la agricultura ecológica tiene el 30% más de especies y sobre la emisión de CO2 no hay diferencias sustanciales entre las dos. Según los investigadores el desafío principal para la agricultura ecológica es el de aumentar el rendimiento del terreno sin dañar el medio ambiente, por esto es necesario desarrollar la investigación científica sobre el control de los insectos dañinos y las enfermedades de las plantas; por otro lado la agricultura industrial tiene que incrementar la calidad del terreno y disminuir la utilización de pesticidas y fertilizantes minerales para proteger y aumentar la biodiversidad. Consiste en un doble desafío entonces, no es necesario elegir entre uno o el otro sistema sino desarrollar los dos para que sean más eficaces y generan un menor  impacto ambiental posible.

En contra, se puede añadir que este estudio está enfocado en el hecho de la mayor o menor productividad pero hay otros parámetros que estaría bien tomar en cuenta: ¿de verdad necesitamos más productividad y más productos? Los trabajos de investigación tomados en examen en el estudio de la Universidad de Oxford también subrayan una carencia no solo de productividad sino de distribución de productos: muchas personas en el mundo sufren de hambre no por falta de comida sino por pobreza o porque hay muchos terrenos utilizados para las exportaciones y no para la alimentación de sus poblaciones.

En conclusión, los desafíos son muchos y el trabajo para alcanzarlos es largo pero no imposible. Es necesario incrementar la investigación científica en ambas agriculturas teniendo claro el objetivo de conseguir un sistema agropecuario en el que la producción de alimentos sea sostenible y asequible a todas las personas  con el menor impacto ambiental posible.

Sara Trincheri