Fotografía: Fabio Gasperoni en Pexels

De toda la vida, la limpieza del hogar ha sido uno de los factores fundamentales para sentirnos cómodos en nuestra casa. Creo que a poca gente le gustaría tener que vivir en un lugar cochambroso y, teniendo en cuenta los avances tecnológicos, culturales y técnicos a lo largo de los años, vamos a hablar sobre la evolución de la limpieza del suelo en nuestras casas.

Las escobas fueron antiguamente los primeros instrumentos de limpieza en las casas debido a su simpleza y efectividad. Las escobas rudimentarias, eran básicamente un manojo de hierbas y ramas secas (p.e. de retama) atadas por la parte superior. Al poco tiempo, vieron que lo de agacharse no era del todo cómodo y se optó por unir el conjunto de ramas a un palo, creando un utensilio que usa regularmente a día de hoy. Añadiendo una tablilla con agujeros para introducir las ramitas o fibras al palo, la escoba se transformó en cepillo, con más superficie de barredura. Este invento de la escoba, aunque antiguo y simple, lleva miles de años cumpliendo su cometido a la perfección y no ha sido superadas por artilugios como las escobas eléctricas, las barredoras con mopas desechables, etc.

Con la llegada de los avances tecnológicos, aparecieron los primeros inventos para facilitar las tareas cotidianas, aunque en algunas ocasiones puedan llegar a suponer un quebradero de cabeza, por ejemplo, cuando se estropean. No fue hasta 1901 que apareció la primera aspiradora gracias a un ingeniero británico, la cual era un auténtico mastodonte comparándola con las que podemos comprar a día de hoy. Siete años más tarde, se creó la primera aspiradora en el formato que hoy en día conocemos, un poco más pequeña y con ruedas para poder tirar de ella. Su uso principal era para la limpieza de fábricas, pero con el tiempo se popularizó y acabaron creando una línea de uso doméstico.

Con el paso de años se ha ido mejorando este invento, haciéndolas cada vez más pequeñas, más eficientes, más potentes y menos ruidosas, hasta tal punto que llegaron los aspiradores automáticos (también llamados robots de limpieza). Estos robots ya se fabricaban en los años 70, pero no fue hasta el año 2002 en el que se popularizó el Roomba y sus ventas comenzaron a subir como la espuma. Por si no los conocéis, son unos pequeños robots, generalmente de forma circular y aplastada, que están dotados de distintos sensores capaces de detectar paredes, suciedad e incluso escaleras. Estos aparatos se van desplazando lentamente por el suelo aspirándolo de forma automática.

A día de hoy, podemos elegir entre una gran variedad de distintos dispositivos y utensilios (escobas, aspiradoras con bolsa o sin bolsa, robots, aspiradoras sin cable, etc.) pero, ¿cuál de ellos cumple en mejor medida la labor de la limpieza doméstica? Realmente todos la pueden cumplir por igual, la diferencia es que un robot va a desempeñar la misma intensidad de trabajo todos los días (a menos que se rompa), mientras que en la limpieza manual (barrer o incluso pasar el aspirador) depende de quién la utilice. Es decir, si barres a conciencia o aspiras bien todos los lugares de la casa, la calidad de la limpieza va a ser la misma que la que un aspirador automático pueda realizar.

Es aquí donde creo que está el quid de la cuestión, si realmente hay que complicarse tanto (aunque en un principio parezca lo contrario) para un “problema” cotidiano con una solución tan económica y sencilla como, en este caso, coger la escoba y barrer. Si empezamos a automatizar todo, acabaremos rodeados de trastos que terminen haciendo todo por nosotros y de los cuales dependeremos para cualquier actividad. Además, estos dispositivos no duran de por vida, pueden sufrir averías, se tienen que recargar sus baterías, etc. Todo esto sin tener en cuenta los componentes que los forman (metales y baterías), los cuales requieren de un tratamiento especial al ser residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, además del impacto ambiental en su fabricación. Con esto no me refiero a que sean terribles, que no cumplan su función o que no merezcan la pena, simplemente que, a la hora de comprar un artilugio nuevo, valoremos si realmente los necesitamos.

Cada persona es un mundo y habrá gente que deteste barrer, que no tenga tiempo para hacerlo porque pasa todo el día fuera de su domicilio, que tenga una casa muy grande, que por sus condiciones físicas le sea difícil o imposible, etc. Es por ello que cada situación es muy distinta y no hay una única respuesta válida. Lo que hay que ser es responsables y conscientes de lo que compramos y hacemos. Por ejemplo, si tienes un piso de mediano o pequeño tamaño y no te supone un suplicio barrer o pasar el aspirador, póntelo fácil y sigue con el método tradicional, pudiéndote hacer con un aspirador de pequeño tamaño para zonas más complicadas como las alfombras y las moquetas. Seamos realistas, no necesitas ni un robot de limpieza ni el aspirador más potente del mercado para barrer un piso de 60 m², al margen de que te lo puedas permitir en mayor o menor medida.

No cabe duda que la tecnología puede ser un gran aliado, pero se debe tener en cuenta el impacto que esta puede llegar a generar y valorar la necesidad que pretende cubrir. Si esta necesidad que cubre tiene una fácil sustitución (en tu caso) por otra menos dañina para el medio ambiente, ya tienes tu respuesta.

Lucas Peces Coloma