El aceite de palma procede de la fruta de la palma (Elaeis guineensis), planta proveniente de África, pero actualmente extendida a numerosas zonas del mundo como la isla de Borneo o la selva amazónica. Es ampliamente usado en la industria alimentaria. De él se obtienen dos tipos de aceite, el de palma (fruto) y el de palmiste (semilla), y está estrechamente asociado con numerosos problemas ambientales como la deforestación o la pérdida de especies.

Un 85% del aceite de palma se produce en Indonesia y Malasia. El resto se reparte entre los países de Papúa Nueva Guinea, Tailandia, Colombia, Ecuador, Nigeria, República Democrática del Congo, entre otros. Actualmente se exportan más de 60 millones de toneladas y es el mayor comercio internacional de aceite del mundo.

Posee numerosos usos aparte del alimentario, como el cosmético o industrial para fabricación de biodiesel.  En Europa el 29% es consumido de esta manera y un 2% a nivel mundial como combustible por sus bajos precios, pero su balance de emisiones es peor que el de la gasolina procedente del petróleo, y, por ello, la UE aprobó una medida para dejar de considerarlo como combustible renovable en 2021.

Se estima que una persona adulta consume una media anual de 2 kg de aceite de palma. El primer consumidor mundial de este aceite en 2015, era India, seguida de China y la Unión Europea. En 2015 se produjeron 62,39 millones de toneladas, debido a su alta producción por hectárea, rentabilidad y características físicas (el aceite refinado tiene textura untuosa y ausencia de olor, es muy resistente a la oxidación y soporta bien los tratamientos térmicos).

Se nombra de múltiples maneras diferentes, pero la más usadas son aceite de palma o palmiste, aunque todavía se sigue viendo en algunas etiquetas la denominación genérica “aceites vegetales”, ilegal desde 2011 en la UE. Para saber si es aceite de palma lo mejor es observar el contenido de grasas saturadas (si es superior al 50%, es muy probable que sea).

 

Problemas ambientales

Posee dos problemas principales, el medioambiental y el nutricional. El cultivo masivo exige la tala de selva tropical, lo que a su vez contribuye al cambio climático y pone en serio peligro la existencia de muchas especies protegidas.

Como daño a los ecosistemas se destaca que en la isla de Borneo la superficie de bosque se ha reducido en más de un 50% en los últimos años. Entre un 70% en Indonesia y un 50% en Malasia, la extensión deforestada correspondía a bosque tropical. Estos cultivos afectan a la erosión del suelo y contaminan por ende los ríos.

En consecuencia, muchas especies animales se ven afectadas por la desaparición de su hábitat y si sigue aumentando el ritmo de deforestación se perderán las tres especies de orangutanes y los tigres de Sumatra y rinocerontes en estado salvaje.

No se puede dejar de citar, que también afecta al cambio climático, ya que provoca emisiones de gases de efecto invernadero. Al ponerse las plantaciones sobre zonas de turberas, la tala del bosque provoca la reducción de la superficie de absorción de CO2 y la quema de los bosques lanza densas humaredas a la atmósfera.

Y, por último, afecta a las comunidades locales, ya que su modo de vida tradicional desaparece sustituido en ocasiones por su explotación en las plantaciones de aceite de palma. Por ello, para garantizar una forma sostenible de este cultivo, surgió la Roundtable on Sustainable Palm Oil (RSPO, en castellano, Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma Sostenible).

En los últimos años, la RSPO está recibiendo críticas de que realmente sus etiquetas no tienen en cuenta el impacto negativo medioambiental y social asociados a esta producción y no evitan el daño medioambiental asociado a la expansión de este aceite. La certificación recibe la mayor parte de las críticas por permitir continuar con la deforestación. No obstante, una certificación, aunque sea incompleta, es un paso en la buena dirección.

 

Soluciones

La RSPO, es una organización sin ánimo de lucro, que une a todos los sectores implicados, que ha creado un sistema de certificación de aceite sostenible (CSPO), que garantice una producción sostenible en todos los ámbitos. Aparte de este sistema, existe el certificado Green Palm, que no es aceite de palma sostenible certificado, se trata de un sistema comercial certificado. Éste paga un extra al productor de CSPO, pero también compra aceite no certificado. En origen, lo creó la RSPO para que las empresas pudieran hacer la transición al CSPO. Es más barato y por eso muchas empresas lo utilizan. Por último, Indonesia posee el suyo propio, el ISPO (Indonesian Sustainable Palm Oil), al igual que Malasia (MSPO) para asegurar una producción sostenible.

A la vista de lo insostenible que se está volviendo este cultivo tal y como se practica actualmente, en Gabón está surgiendo una nueva forma sostenible de cultivo, manteniendo un equilibrio entre el aceite de palma, la agricultura y la conservación del bosque. Para ello determinan qué partes del bosque son necesarias preservar y en cuáles se puede introducir el cultivo. En cambio, en Indonesia y Malasia no se hace de esta manera, se tala el bosque y se introduce el cultivo.

 

Problemas de salud derivados

Este aceite puede encontrarse de dos maneras: el aceite de palma fresco y el refinado, el habitual en la industria alimentaria, que provoca diferentes efectos sobre la salud. El fresco, posee beneficios en la salud, cardiovascular e inmunológico por la presencia de antioxidantes como la vitamina E y los carotenoides.

Es fácil encontrar el aceite de palma refinado en numerosos productos como cremas y coberturas, productos para untar, snacks y pasteles, precocinados, chips, productos de limpieza, cosméticos y velas, pues se ha convertido en el aceite vegetal más consumido del mundo, por económico, versátil y contar con un mercado estable. Es uno de los componentes fundamentales, junto con el azúcar, de los alimentos ultraprocesados, y de ahí su asociación con la obesidad y la diabetes.

Se trata de un aceite con una gran cantidad de grasas saturadas, que puede contribuir al aumento de colesterol en el cuerpo.  El aceite de palma refinado contiene algunas sustancias contaminantes, que se manifiestan cuando se somete a temperaturas cerca de 200ºC. Algunos estudios muestran que el aceite de palma refinado puede contener compuestos cancerígenos como el glicidol o el  3-MCPD (3-monocloro-1,2-diol), formados por las altas temperaturas del proceso de desodorización. Entre estos compuestos se encuentran: el 3-MCPD (3-monocloro-1,2-diol), un posible agente carcinógeno y sus ésteres, y el ya citado glicidol y sus ésteres, clasificado de mayor nivel de toxicidad por su carácter genotóxico.

La EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria), para controlar estos compuestos tóxicos ha establecido niveles máximos en niños. El margen de exposición al glicidol es una Ingesta Diaria Tolerable (inferior a la anterior) de 2 microgramos (mcg) por kg de peso corporal por día. La EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) también incluye plazos para que los fabricantes cumplan la normativa.

 

Consecuencias de su retirada de la venta

Ante esto, numerosas cadenas de supermercados, como Alcampo han empezado a suprimir la venta de productos que contengan este aceite, y, debido a ello, empresas como Nocilla han sustituido éste por aceite de girasol, incluyendo la indicación “Palm Oil free”. En cambio, su competidor Nutella no lo ha hecho. Pero, una supresión de la venta, tampoco sería beneficiosa del todo.

Se trata de un cultivo rentable, y si los mercados occidentales dejan de comprarlo podría ocasionar que la venta se trasladara a otros mercados que no demuestran interés real en la producción sostenible, como China e India o mercados emergentes como Rusia y Japón. También se utilizarían otras semillas menos productivas como la soja y la bajada de los precios por la disminución de demanda originaría el uso de prácticas de cultivo menos sostenibles.

El problema en este caso, no es el cultivo en sí, sino en la manera en que se hace actualmente, que necesita una regulación. Para ello, es necesario el etiquetado obligatorio en los ingredientes y que los compradores se conciencien hará que las empresas obtengan las certificaciones CSPO, haciendo más sostenible el cultivo.

¿Qué podemos hacer nosotros como ciudadanos? Algo muy sencillo como cambiar nuestros hábitos de consumo, comprobar los ingredientes o comprar productos con la certificación, colaborar con las ONGs que trabajan en el tema (International Animal Rescue, Orangutan Foundation International, Borneo Orangutan Survival Foundation o Sumatran Orangutan Conservation Programme) mediante donaciones, adopciones o voluntariado o colaborando con aceitedepalma.org.

Se trata de un cultivo que no va a desaparecer, pero que necesita una conversión en el modelo de producción que le haga más sostenible y respetuoso con el medio con una mejor regulación y con la colaboración de todos, para no perder más biodiversidad de la que ya está perdida.

Jaime García Martín 

Fotografía: Sarangib en Pixabay.

 

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