¿Quieres comer algo realmente sabroso? Cómprate una caja de galletas o pastas de fabricación artesanal, a ser posible elaboradas en un pueblo no muy grande. Suelen tener como ingredientes cosas contundentes: mantequilla en abundancia o manteca de cerdo, azúcar, harina, huevo y a veces anís o ralladura de limón. El resultado es una bomba de hidratos de carbono y grasas, todo lo malo que engorda, que te deja saciado en seguida.

Ahora date por una vuelta por la estanterías de las galletas y pastas de cualquier supermercado. Los envases están mejor diseñados para atraer la atención de los compradores. Otra diferencia es que estos productos suelen contener dos o tres docenas de ingredientes, incluyendo varios conservantes, gasificantes, colorantes, emulgentes, esponjantes, etc. También suelen contener aceite de palma, que le da al producto una gran sabrosura. Combinado con el azúcar y una adecuada combinación de aditivos de textura y sabor, el resultado es una galleta rica-rica, de las que no puedes comer solo una.

Es lógico, el producto está diseñado para bombardear tus papilas gustativas con señales imposibles de rechazar. Terminamos la caja sin darnos cuenta y abrimos otra. El problema es que esta irresistible combinación de aceite de palma con azúcar con aditivos se está extendiendo como una plaga por toda la industria alimentaria. El resultado final es que todo sabe a más o menos lo mismo, rico-rico, y no podemos parar de comerlo. Es fácil atiborrarse de estos productos.

La industria utiliza entonces una hábil combinación de etiquetas tranquilizadoras y consejos nutricionales para que sigamos comprando y consumiendo el producto sin sentirnos demasiado culpables. Por ejemplo, se asegura el origen ecológico de algunos ingredientes, se dice la cantidad de la IDR (Ingesta Diaria Recomendada) de hidratos de carbono, grasas, y proteínas que supone comer una porción, con lo que todo parece mucho más saludable, se usan imágenes entrañables de abuelas removiendo masas pasteleras con cucharas de madera, etc.

Hay un problema en todo esto, y es que dos de los ingredientes principales de este tipo de comida pueden causar graves daños a la salud. El aceite de palma no es nada bueno para las arterias y la versión desnaturalizada que se usa en la industria alimentaria es plausiblemente cancerígena. El azúcar está relacionado con la gran epidemia de diabetes y obesidad que sufrimos. Pero, claro, estas galletas están diseñadas para que te acabes la caja. No puedes comer solo una. Las cifras hablan: unos 50 kilos de azúcar y más de 10 de aceite de palma por persona y año, que tragamos prácticamente sin enterarnos. ¿Qué podemos hacer, aparte de recorrer los pueblos en busca de repostería tradicional? Pues fabricar nosotros mismos nuestras pastas y galletas. No es tan difícil, internet está lleno de recetas muy sencillas que funcionan.