Fotografía: Plan de colaboración para la mejora de la composición de alimentos y bebidas

La buena noticia es que la industria de panes envasados va a reducir en un 5% la cantidad de azúcar añadido a sus productos. La mala noticia es que un pan sin azúcar añadido se considera una “alternativa” que la industria solo está planteando fabricar.

El Plan de colaboración para la mejora de la composición de alimentos y bebidas y otras medidas 2017-2020 es un compromiso en firme de decenas de asociaciones de fabricantes y distribuidores de alimentos que implica a más de 3.500 productos. Afecta a tres componentes: azúcares añadidos, grasas saturadas y sal. El Plan es completo y detallado y sin duda alguna va a hacer una contribución importante a la mejora de la salud de la población en España. También ofrece una visión en negativo de una sociedad cuyos hábitos alimenticios están enganchados al azúcar.

El Plan reconoce problemas serios para abordar la reducción de azúcares, por ejemplo:

• “El sabor dulce que proporciona el azúcar es el más agradable.”

• “La apreciación de los consumidores que, actualmente, encuentran ciertos alimentos desagradables e inaceptables, por debajo de un cierto nivel de dulzura”.

• “Estudios que demuestran que los consumidores tienden a preferir productos más dulces que productos menos dulces”.

El Plan, en términos generales, plantea una reducción de los azúcares añadidos de un 10% en tres años, de manera que se complete este primer ciclo de “desazucarización” en 2020. La idea general es acostumbrar poco a poco a los consumidores a saborear productos con menos azúcar (y/o sal, o grasas saturadas).

Para ello es importante evitar problemas de competencia comercial desleal: “Esta puede basarse en el nivel de dulzura de los productos y si todos reducen paulatinamente se facilita el equilibrio. La reducción de las ventas es un temor latente si [empresas que no se unen al Plan]  continúan proporcionando productos con el mismo contenido de [azúcar]”.

Además, “el consumidor puede requerir de cierto tiempo para adaptarse a los nuevos sabores de alimentos con menos azúcar, sal o grasas… no todos los consumidores son conocedores de los beneficios de la reducción de estos nutrientes, y hay que facilitar este proceso con bajadas paulatinas y generalizadas en el mercado que permitan su aceptación”.

La estrategia consiste en poner en marcha un proceso gradual a base de  “propuestas moderadas y paulatinas que conlleven una adaptación no consciente a los productos alimenticios” (las cursivas son nuestras).

Esto parece un gran experimento social, una especie de reeducación en masa de los hábitos alimenticios de 47 millones de personas sin que se den mucha cuenta. Hay que tener presente que no solamente se trata de reformular los alimentos, sino también de cambiar menús en la restauración colectiva y la restauración moderna (las cadenas de comida rápida) e infinidad de otras medidas, desde retirar los saleros de las mesas a impedir la publicidad de bebidas azucaradas destinada a público infantil.

No obstante, parece que algunos sectores importantes que inyectan cotidianamente muchas toneladas de azúcar en la alimentación española no van a participar en el Plan. Dentro de las bebidas refrescantes, solo participan las de “lima-limón sin edulcorantes”, y en el ramo de los cereales de desayuno infantil, solamente los chocolateados. Aunque es verdad que además de los compromisos en firme del Plan, todos los sectores, incluidos estos dos, se han comprometido a tomar medidas en la dirección de una alimentación con menos azúcar.