Durante mucho tiempo, caminantes y conductores han vivido en mundos separados y hostiles, pero eso está cambiando rápidamente.
El Gobierno ha limitado la velocidad en las ciudades a 30 km/h en casi todas sus calles (las de un solo sentido, que son mayoría, las vías de carriles múltiples están limitadas a 50 km/h) y a 20 km/h en las calles sin aceras. El cuñadismo nacional se ha lanzado sobre esta última cifra como una manada de hienas hambrientas. He aquí algunos de los defectos de esta medida totalitaria de limitar la velocidad drásticamente en las ciudades:
• Se hace por puro afán recaudatorio. Muchos conductores piensan que es imposible ir a 20 km/h sin calar el coche, por lo tanto serán multados.
• Se encarecerá (duplicará incluso) el coste de la vida, ya que las mercancías tardarán el doble de tiempo en llegar a su destino, los taxis costarán el doble, etc.
• Se hace para favorecer a los fabricantes de patinetes, hay oscuros intereses detrás.
• Los conductores gastarán el doble de combustible, depauperando todavía más sus ya dañadas economías.
• Los coches lentos se amontonarán en las calles, que estarán mucho más contaminadas por el mayor consumo de combustible de los mismos.
• Habrá que hacer los adelantamientos muy lentos (a 24 km/h como mucho), lo que provocará más accidentes (hay que reconocer que este argumento es bastante estrambótico, en una calle de un sentido y un carril es realmente difícil adelantar).
Retrocediendo un poco en el tiempo, llegamos a marzo de 1926, cuando el Ayuntamiento de Madrid instaló un sistema completo de semáforos en la confluencia de la Gran Vía con la calle de Alcalá. El tráfico rodado se estaba masificando (aunque era mucho menos fuerte que el actual) y coincidía con un tráfico peatonal muy denso, más populoso que el actual. Para evitar males mayores, se instaló un sistema muy completo de luces de colores (horizontales, por cierto) que organizaban el flujo de coches y de caminantes. Se puede ver en detalle en este interesante artículo.
Aquello abrió la caja de Pandora del tráfico. La antigua coexistencia entre vehículos y peatones fue destruida y sustituida por una riada de coches a gran velocidad separados rígidamente de los peatones por un sistema de compuertas. Los coches circulan a gran velocidad y frenan estrepitosamente cuando llegan a un semáforo en verde para los peatones. Los peatones deben cruzar a una velocidad mínima de 2 metros por segundo (inviable para personas impedidas o de avanzada edad) si no quieren meterse en un problema serio. En la ciudad de Madrid, un centenar de personas morían atropelladas cada año hacia 1970.
Ahora mueren atropelladas 15 personas al año en Madrid, la cosa ha mejorado bastante. Esta cifra será prácticamente cero cuando la velocidad se reduzca a 20/30 km/h en todo el casco urbano. Y la consecuencia lógica está a la vista: retornar a la coexistencia pacífica de vehículos y peatones, que ocuparán la misma vía y se cederán el paso unos a otros, como ya ocurre en las calles peatonales cuando está funcionando la carga y descarga o pasan los taxis o los coches particulares que van a alguna tarea importante.
Imagen: captura del vídeo 100 m, de Jackson Abacatu. Se puede ver aquí en la web de FIBABC.
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