La etiqueta energética de los electrodomésticos es un adhesivo obligatorio que recoge la información del consumo energético de frigoríficos y congeladores, lavadoras, lavavajillas, secadoras, lavadoras-secadoras, fuentes de luz doméstica y horno eléctrico, además de una escala gráfica con la clase de eficiencia energética la que pertenecen. La clasificación actual consta de una escala de clases organizadas desde la A+++ a la D, siendo A+++ la más eficiente y D la menos eficiente, y esta clasificación se acompaña de un gradiente de color desde el verde (A+++) al rojo (D).

Es una herramienta útil que ayuda a los consumidores en sus decisiones de compra ya que ofrece información sobre gasto energético, consumo de agua, ruido del equipo… . También sirve de apoyo a los vendedores, que tienen un papel importante a la hora de promover y explicar la etiqueta energética, argumentando las ventajas para los consumidores y el ahorro en el presupuesto familiar. En resumen, el objetivo final es aumentar la tendencia del mercado hacia productos cada vez más eficientes, promocionando la concienciación de los ciudadanos y el ahorro energético en los hogares, y por ende alentar a los fabricantes para responder a esta demanda del mercado.

¿Este formato de etiqueta sigue siendo funcional?. En la actualidad, los nuevos electrodomésticos son tan eficientes que dejan obsoleta la actual etiqueta. Por ejemplo, a día de hoy una lavadora tipo A+ es poco eficiente para los estándares del mercado, siendo la más eficiente la tipo A+++. Esto lleva a confusión, ya que A+ suena bastante bien para el comprador. O lo que es lo mismo, como seguimos viendo el resto de categorías (A,B,C,..) en la etiqueta, nos parece que A+ es lo suficientemente eficiente cuando en realidad no lo es, pero cuando se estableció la escala sí lo era. En la misma línea, en su momento +++ era suficientemente representativo, pero ahora ¿habrá que seguir añadiendo ++++… según mejore la eficiencia energética?. Perdería el sentido está representación gráfica.

Desde la Comisión Europea ya se anunció que se quiere eliminar los +++ de las etiquetas energéticas, debido a esta confusión que crea para los consumidores. Ahora hay que analizar cuál es la mejor forma para mantener la etiqueta siempre actualizada y no tener que modificarla cada poco tiempo.

Un posible modelo de etiqueta es el usado en Australia, donde han establecido un sistema digital para garantizar que la etiqueta se adapte al avance de la eficiencia energética en el mercado. Adjunta a cada aparato, la etiqueta “dinámica” (ya que se refiere siempre a la comparación entre dos aparatos que pueden variar) te dice el consumo anual de energía del aparato y compara los costes de funcionamiento entre dispositivos similares (tamaño y capacidad) a través de un número entre uno y diez estrellas (cuanto mayor es el número de estrellas, mayor será la eficiencia), permitiendo así escoger el modelo más eficiente que se adapte a las necesidad del consumidor. Es decir, un aparato con más estrellas es más eficiente, por lo tanto utilizará menos electricidad para lograr el mismo nivel de rendimiento que modelos similares. Electrodomésticos con hasta 6 estrellas son considerados «eficientes», mientras que los más de 6 estrellas se definen como “súper-eficientes».

La cifra de consumo de energía que figura en la etiqueta nos dice la cantidad de electricidad en kWh que el aparato usará al año (cuanto menor sea la cifra, menos energía utilizará), lo que nos permite calcular, en el momento de la compra, los costes anuales de un aparato en funcionamiento: multiplicamos el consumo energético del aparato (kWh) por la tarifa eléctrica (€/kWh).

Otra característica de este sistema de etiquetado es que se trabaja con unas normas mínimas de rendimiento energético, que establecen el nivel mínimo de rendimiento energético que los productos deben cumplir antes de que puedan ser vendidos. El aparato se somete a pruebas que nos dirán el consumo real en kWh/año lo más estrechamente posible. De esta forma, se mejora el promedio de eficiencia de los productos disponibles en el mercado al elevar el rendimiento de los productos menos eficientes. Sin embargo, no hay que olvidar que el consumo de energía real dependerá de cómo se utiliza un aparato y con qué frecuencia se utiliza.

Un añadido más al uso eficiente de electrométricos y al consumo responsable es el de acabar con la obsolescencia programada. Difícil tarea si pensamos en el ritmo de avance de la tecnología. Sin embargo, la mayoría de los grandes electrodomésticos se cambian en un período medio de 5 años debido a fallos técnicos que podrían repararse. Debería promoverse la creación de normativa que garantice un periodo de vida mínimo de los productos con el fin de hacerlos más duraderos y favorecer la reparación y reutilización, dentro de la actual línea de economía circular.

Ejemplo a seguir es el caso de Francia, que se ha posicionado a favor del consumo de bienes durables y reparables mediante la elaboración de la Ley 2014-344 de 17 de marzo de 2014 relativa al consumo y el proyecto de Ley relativo a la transición energética para el crecimiento verde, adoptado el 14 de octubre de 2014 por la Asamblea Nacional, que establecen medidas para la transformación de los modos de producción y consumo hacia un modelo más sostenible, en favor del sector de la reparación y asegurando la disponibilidad de piezas de repuesto para reparar productos averiados.

Elena Guerra

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Fotografía: Jobbeat en Pixabay