Aunque parezca un poco repulsivo unos cuantos kilos de nuestro peso corporal son microbios. En su mayoría beneficiosos e inofensivos, los patógenos son minoría y son los responsables de afecciones fácilmente detectables, la medicina ortodoxa sabe bien cómo tratarlos. Los beneficios de los microbios buenos son también fundamentales para mantener una buena salud, aquí te contamos cómo sucede esto.

La presencia de microbios buenos en nuestro organismo funciona como una barrera protectora de los patógenos y facilitan la digestión. Son esenciales para la vida saludable, por eso, lo peor que puede hacerse es eliminarlos de los intestinos o de las partes genitales. La limpieza es esencial a base de mucha fibra vegetal, agua y en el segundo caso con agua jabonosa es más que suficiente. Usar bactericidas, antisépticos, fungicidas y antibióticos en el organismo propicia una vía libre para la entrada o aparición de otras bacterias invasoras. No se entienda este comentario como la negación al uso de antibióticos, sino al abuso que se ha hecho y se hace de él.

Los microbios más numerosos e importantes para la salud son las bacterias y las levaduras intestinales, que en conjunto forman la flora bacteriana o flora intestinal. Viven en una relación simbiótica con las células intestinales, unas se benefician de otras.

El intestino es un conducto de más de seis metros cubierto por el epitelio (esos pelillos que absorben los nutrientes), y éste a su vez está recubierto de la flora bacteriana que nos protege, y se alimenta básicamente de fibra vegetal. Esta capa de microbios colabora en el tránsito intestinal y en el mantenimiento del epitelio intestinal.

Otros beneficios para el organismo de la presencia de bacterias en los intestinos está en la producción de neurotransmisores, como la serotonina (la hormona de la felicidad), ciertas enzimas, vitaminas y células del sistema inmunitario. Hay más, la flora intestinal parece ser capaz de producir compuestos químicos que regulan el apetito, la digestión y la sensación de saciedad.

Las bacterias del intestino que no reciben fibra alimentaria, producen menos alimento para el cuidado del epitelio y menos sustancias beneficiosas para la salud (serotonina, enzimas, vitaminas…). Investigaciones recientes demuestran que la pérdida de flora intestinal puede provocar un aumento de la permeabilidad intestinal, como en aquellas personas con intolerancia al gluten o a las proteínas de la leche de vaca.  Al parecer también se asocia a los desequilibrios del aparato digestivo y del aparato circulatorio desencadenantes de la mayoría de las enfermedades autoinmunes como la diabetes de tipo 1.

Es en el nacimiento cuando se inicia el proceso de recepción de estas bacterias. El bebé que nace por parto natural va recogiendo a su paso las bacterias de la madre, que colonizarán en la piel, la boca, las mucosas y los intestinos. Si nace por cesárea, serán las bacterias del entorno hospitalario las que se instalen en esas mismas zonas. En cualquier caso podría haber algunas patógenas de cuidado. La lactancia materna es el principal alimento del bebé y de las bacterias beneficiosas para el fortalecimiento de la flora intestinal del lactante.

Tarde o temprano, como si fuera un acto reflejo, los bebés y niños optarán por ingerir bacterias de lugares “sucios”, como el suelo de casa, el parque, la basura doméstica, etc. No pasa nada, mientras no ingieran sustancia peligrosas ni tóxicas. Es difícil decir que “no pasa nada”, pero ante los ojos de unos padres escrupulosos y melindrosos esto es un ¡horror! sobre todo porque es cierto que terminarán cogiendo bacterias patógenas más o menos agresivas. Así, poco a poco ante tus ojos o a tus espaldas irán desarrollando su sistema inmunitario.

Al parecer los habitantes de ciudades somos los más perjudicados, puesto que los de zonas rurales que están en contacto con los animales, la tierra y las plantas, y que ingieren productos no transformados y sin esterilizar tienen una microflora intestinal más rica y más eficaz que la población de los países industrializados que vive en espacios esterilizados (con productos de limpieza antibacterianos) y comen alimentos procesados, ultracongelados e industriales.

La consecuencia es que hay quienes, por el lugar en que eligen vivir, cómo vivir y de qué alimentarse están peor o mejor protegidos y por tanto son más sensibles o más resistentes a infecciones y a enfermedades autoinmunes.

Recomendaciones para reforzar la flora intestinal:

– Antes de tomar antibióticos, hay que asegurarse con el médico o el terapeuta que es indispensable y que no hay otra solución para tratar la enfermedad o el problema que padezca.

– Sustituya la física por la química a la hora de hacer la limpieza. O, no abuse de los productos de limpieza domésticos. Nuestro entorno debe estar limpio; pero hay que evitar que esté demasiado esterilizado.

– Evite los limpiadores antibacterianos, sobre todo, las soluciones de limpieza para las manos que se encuentran hoy en día por todas partes (a menos, claro está, que por su profesión -dentista, cirujano, enfermero, etc.- se vea obligado a ello o exista riesgo de epidemia).

– Deje que los niños jueguen al aire libre y acaricien a los animales. Haga jardinería. Retome el contacto físico con la naturaleza.

– Consuma alimentos ricos en fibras, para nutrir la microbiota: leguminosas (alubias, garbanzos, lentejas, etc.), cereales integrales (arroz, espelta, avena, etc.), cebollas, puerros y otras hortalizas, aguacates, plátanos, peras y otras frutas de temporada.

– Consuma alimentos que contengan bacterias probióticas: yogur, chucrut, pepinillos, aceitunas fermentadas…

– Disminuya el consumo de comida rápida, preparados con harinas ultra refinadas, aceite de palma y con largas listas de de conservantes, espesantes, etc., se digieren mal,, apenas contienen fibras y no ofrecen por tanto nada interesante para que fermente en el intestino grueso, por lo que nuestras amigas las bacterias se debilitarán.

– No abuse de los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno, aspirina, etc.), ya que aumentan la permeabilidad de la barrera epitelial de los intestinos.

Cecilia Barrera Gamarra

 

Fuente:  Salud, Nutrición y Bienestar

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No debe seguirse ningún tratamiento basándose únicamente en el contenido de esta información, y se recomienda al lector que para cualquier asunto relacionado con su salud y bienestar, consulte con su médico.