Parece que está ocurriendo lo mismo que pasó con las energías renovables. Hace diez o quince años, las placas fotovoltaicas y los aerogeneradores eran curiosidades, un invento  de cuatro locos que producían una parte minúscula de la electricidad. Actualmente producen casi la mitad de la energía eléctrica y son objeto de un pleito gigantesco por parte de inversores internacionales defraudados en sus esperanzas de rentabilidad.
Con la bicicleta ocurre algo parecido. Hace diez años eran una curiosidad, cosa de cuatro chalados que la usaban para ir al trabajo jugándose la vida en medio del tráfico.

Actualmente es una alternativa legítima de transporte, todavía muy minoritaria, pero que ya se contabiliza. Todos los datos indican un crecimiento continuo. Los indicadores muestran que crece el número de ciudadanos que declaran usar la bici a diario (alrededor de un 10%), así como el número de personas que declaran usarla para ir al trabajo o a su lugar de estudios (pueden verse aquí muchos datos interesantes). Significativamente, baja el número de bicis de montaña vendidas, y crece el de “bicis urbanas” usadas para transporte y no para hacer deporte.

Ante todas estas buenas noticias, persiste un obstáculo enorme: muchos ciclistas y personas a las que les gustaría usar la bici consideran que salir ahí fuera sobre pedales y a dos ruedas es una actividad de alto riesgo. Lo malo es que los datos confirman esta percepción, y el Comité de Seguridad Vial de la DGT se reunió de urgencia el 16 de mayo para atajar este crecimiento de los accidentes en los que los ciclistas son las víctimas. Significativamente, uno los objetivos principales de la Estrategia vigente de seguridad vial es mantener estables los accidentes de usuarios de la bicicleta, “Un millón de ciclistas más sin que se incremente su tasa de mortalidad”.

Junto a toda clase de medidas técnicas y campañas informativas dirigidas tanto a los ciclistas como a los conductores, da la sensación de que hay un problema de fondo. Una ojeada a los comentarios en las redes sociales sobre este asunto de la siniestralidad en la bici muestra que el punto de vista de muchos conductores de automóviles sigue siendo muy agresivo cuando se trata de considerar a la gente en bicicleta. Los ciclistas son considerados muchas veces como una molestia, un engorro en la carretera, y se tiene la percepción de que el usuario del automóvil, como siempre, es considerado culpable de todo lo malo que pasa en la carretera.

El problema es enorme, porque cada vez entran más ciclistas en el espacio antaño reservado en exclusiva a los coches. Si no conseguimos una empatía entre ciclistas y conductores que lleve a una buena convivencia, podemos ver dispararse las cifras de accidentes. Hay un dibujo de Sempé de hace años que da que pensar. La primera viñeta muestra a un trabajador en bicicleta mirando amargado al jefe de la empresa, que conduce su cochazo. En la segunda el trabajador, conduciendo su coche y metido en un atasco, mira resentido al jefe de la empresa, que se salta el atasco montado en su bicicleta.