Hay muchas evidencias que relacionan el aumento de la mortalidad y el incremento del número de enfermedades con la contaminación atmosférica. Los efectos sobre la salud humana dependen de la toxicidad de la sustancia, la concentración del contaminante, el tiempo de exposición al contaminante, la sensibilidad de las personas (ya que los diferentes contaminantes no afectan igual a mujeres que hombres o a jóvenes que a ancianos), y por último, el órgano afectado, ya que si afecta a un órgano esencial para la vida puede llegar a ser mortal.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la contaminación atmosférica afecta sobre todo a las grandes urbes, donde el riesgo de llegar padecer enfermedades se vuelve mayor. Estas enfermedades pueden ser respiratorias agudas, como la neumonía, o crónicas, como el cáncer de pulmón y las enfermedades cardiovasculares.

La contaminación atmosférica afecta a la población tanto a corto como a largo plazo, y los más susceptibles de padecer los efectos de esta son los niños, los ancianos y las personas que ya sufren alguna enfermedad. Según la OMS se calcula que en el mundo suman 1,3 millones las personas que mueren en un año a causa de la contaminación atmosférica urbana, y más de la mitad de esas defunciones ocurren en los países en desarrollo. Es alarmante que nueve de cada diez personas en todo el todo el mundo se encuentran expuestas a niveles de contaminación que superan los niveles de seguridad señalados por la OMS.

Ecologistas en Acción, en el informe de calidad del aire en España del año 2018, afirman que en los últimos años un 95% de la población respira aire contaminado, lo cual infringe los estándares que recomienda la OMS. La misma situación también ha sido puesta de manifiesto por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA).

Las últimas estimaciones globales de AEMA y la OMS sobre los efectos sanitarios de la contaminación atmosférica alegan que en el 2015 se produjeron en Europa hasta 500.000 muertes por la calidad de aire nociva que respiramos, principalmente por su contenido en partículas inferiores a 2,5 micras de diámetro (PM2,5), dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono troposférico. En España, el número de víctimas a causa de la contaminación atmosférica actualmente es de más de 30.000 personas al año.

Es nuestro derecho como ciudadanos poder respirar un aire limpio sin riesgos para la salud, ya que está evidenciado como la contaminación atmosférica causa daños a la salud y también al medio ambiente. Nos encontramos ante un problema ambiental de contaminación atmosférica global, por ser transfronterizo. Por ejemplo, cuando ocurre una erupción volcánica no sólo se paran los aviones del país, sino que se detienen muchos de los vuelos de todo el continente. En este sentido hay que valorar como la contaminación de las grandes industrias alemanas y francesas no se quedan en su totalidad en su país, sino que se escapa a otros países sin industria como Suecia y Noruega perjudicando gravemente el medio ambiente de estos países. El principal origen de esta problemática ambiental se establece en las emisiones generadas por el tráfico terrestre, aéreo y marítimo, las industrias y centrales energéticas, refinerías, cementeras, incineradoras, y las calefacciones.

Una pregunta que se hace habitualmente la población es: ¿qué puedo hacer yo para reducir la contaminación atmosférica?

Cada vez es más usual ver en los telediarios y periódicos alguna noticia relacionada con la contaminación del aire, sobre todo de grandes ciudades como Madrid y Barcelona. El incremento de vehículos en circulación, las industrias y la ausencia de precipitaciones agravan la situación. Desde los ayuntamientos se está tomando conciencia de la problemática, por lo que tratan de buscar y aportar soluciones, por ejemplo limitando la velocidad a la que pueden transitar los automóviles o la cantidad de vehículos. Pero la disminución de la contaminación ambiental nos compete a todos, y tenemos a nuestro alcance algunas medidas para ayudar y llegar a una solución que contribuya a mejorar nuestra calidad de vida.

Entre las cosas que podemos hacer en la vida cotidiana se encuentra el reciclaje, ya que ayuda a evitar que en los procesos de fabricación se generen tantos gases nocivos, y utilizar bombillas de bajo consumo, pues de esta forma conseguimos la misma cantidad de luz pero haciendo uso de la energía de forma eficiente. Así como cambiar los sistemas y equipos de calefacción a modelos de alta eficiencia. Si disponemos de aire acondicionado en la vivienda, debemos intentar no abusar de su uso. Tratar de no derrochar agua al ducharnos. Evitar hacer uso de cubiertos y vajillas de plástico desechable, y disminuir el uso de plásticos para cuidar los océanos. Intentar consumir productos sostenibles como verdura, fruta y carnes ecológicas.

La forma principal de reducir la contaminación en las ciudades es reduciendo el uso del coche, por ejemplo mediante la utilización del transporte público, ya que ayuda a que no se utilice solo un vehículo para una sola persona, sino para muchas. Si tenemos un automóvil debemos pasar una revisión al menos una vez al año para examinar que nuestro coche no contamina más de lo establecido legalmente, y recordar que debemos apagar el motor del coche cuando estemos parados.

Si pensamos cambiar de coche, la mejor opción es elegir uno de bajo consumo o eléctrico, y se debe tener muy en cuenta que los motores diésel son lo que más contaminan. Si podemos, es buena idea desplazarnos caminando o en bicicleta, lo cual además es beneficioso para la salud.

Laura Velasco Puig

Fotografía: Pixource en Pixabay 

 

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