La nutrición y la alimentación han representado desde siempre los pilares fundamentales de la vida y cultura de los pueblos. Sin embargo, en las últimas décadas se ha ido notando cambios en estos hábitos. Tales transformaciones en los patrones de nutrición y, sobre todo, en el estilo de vida influyen de manera considerable en la salud de la población.

La dieta mediterránea es un modelo alimentario respaldado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Se caracteriza por una combinación de diferentes alimentos: el aceite de oliva como grasa principal, verduras, hortalizas y frutas, leguminosas, frutos secos, quesos y yogur, pescado, pan y derivados del trigo y un consumo moderado de vino y carnes. El patrón dietético mediterráneo que proviene de la interacción entre pueblos durante siglos, está también relacionado con la actividad física regular. Estas evidencias ponen de manifiesto los efectos beneficiosos de la dieta mediterránea sobre la salud.

No obstante, en las últimas décadas los países mediterráneos han experimentando cambios socioculturales profundos, asociados a la globalización, que inciden directamente en las pautas alimentarias y comprometen la herencia cultural y de salud que representa la dieta mediterránea tradicional.
En los últimos años, se ha observado como el incremento de la obesidad, especialmente entre la población infantil, y otras patologías asociadas a la nutrición han alertado a la sociedad sobre este suceso, debido a que muestran tendencias que podrían provocar impactos negativos a medio y largo plazo sobre la salud de la población. Actualmente, la dieta mediterránea se enfrenta a tres problemas: el abandono paulatino de los hábitos alimentarios, la desaparición de los referentes patrimoniales y la globalización y estandarización del gusto.

Amenazas de la dieta mediterránea 

El nuevo estilo de vida junto con los cambios demográficos y sociológicos que se han producido se traducen en:
• Menos tiempo para cocinar,
• Almuerzos fuera de casa,
• Supermercados que ofrecen productos fuera de temporada,
• Comida no saludable e hipercalórica que ofrecen las cadenas de comida rápida,
• Reducción de la actividad física

El hecho de disminuir el consumo de frutas, verduras, cereales y legumbres, y apostar por el aumento de calorías procedente de carnes, grasas y azúcares añadidos a los alimentos así como el uso excesivo de sal, conlleva al abandono paulatino de los hábitos alimentarios tradicionales y la aparición de enfermedades relacionadas con los nuevos estilos de vida adquiridos que se traducen en hábitos insanos.
No hay que olvidarse que la adquisición y fomento de hábitos adecuados de alimentación es muy importante desde edades tempranas, ya que en esa edad se instauran los pilares básicos para el mantenimiento de este estilo de vida hasta en la edad adulta. Apostar por una dieta mediterránea supone:
• Disfrutar de sus cualidades nutricionales,
• Estimular la producción y consumos locales,
• Una prevalencia e incidencia menores de las enfermedades cardiovasculares en los países mediterráneos,
• Menor índice de obesidad y una mayor esperanza de vida,
• Fomentar un estilo de vida activo.

En definitiva, la dieta mediterránea representa un sello de autenticidad, calidad y salud, y es de gran importancia en el actual contexto de globalización de los mercados.

Referencias

FAO: «Evitar que la dieta mediterránea desaparezca»

Página de nutrición en la web de la OMS

Fotografía: Woman tossing Mediterranean salad on wooden board surrounded with fresh vegetables and garnishes by Anna Ivanova from Noun Project.