La llegada de las lluvias han traído consigo situaciones límites que en ciertos casos han causado víctimas mortales. Trece fallecidos en el desborde de varios torrentes en Mallorca; un fallecido tras el descarrilamiento de un tren debido a las lluvias en Barcelona.

Aunque bien es cierto que las fuerza de la naturaleza y su poder de destrucción siguen superando las capacidades del ser humano y seguirán haciéndolo, debemos ser críticos con nosotros mismos y analizar qué parte de culpa tenemos en que estos estos eventos periódicos causen víctimas.

Para analizar la esta situación debemos conocer nuestro punto de partida:

  • Fenómenos naturales que ocurren con cierta regularidad.
  • Núcleos urbanos ya establecidos.
  • Planes de emergencia no demasiado elaborados.
  • Construcción descontrolada, sin revisiones.
  • Deforestación.

 

Una vez presentados los problemas a los que nos enfrentamos seguro que muchos de vosotros habréis entendido el porqué de este artículo y su relación con la sostenibilidad.

El principal inconveniente al que nos enfrentamos son los núcleos urbanos ya establecidos en zonas de riesgo, puesto que sería un grave problema cambiarlos de sitio. El resto de situaciones tienen una solución clara.

Gracias al estudio de los fenómenos se podrá conocer su tiempo de retorno y de esta forma prepararnos para enfrentarnos a ellos. Una organización del territorio responsable con los riesgos y bienes del mismo también nos ayudará a evitar desastres. Todo esto conlleva respetar los márgenes de los ríos, ayudar a la conservación de los mismos, revisar los materiales sobre los que construimos, en definitiva, conocer bien el terreno donde se edifica.

A pesar de haber tomado todas esas medidas, no es suficiente para asegurar el bienestar y evitar catástrofes. Los edificios, las infraestructuras o los cauces de los ríos necesitan ser revisados periódicamente.

Por último, debemos aprovechar todas esas ayudas que la naturaleza nos brinda, como es el caso de la vegetación, que aumenta la capacidad de filtración del suelo y reduce la velocidad de las aguas y, por tanto, la virulencia de las mismas, reduciendo la peligrosidad del suceso.

Estas catástrofes naturales vienen sufriéndose desde tiempos inmemoriales y a pesar de que hoy día vamos conociéndolos con mayor profundidad, paliar sus efectos es todavía un asunto pendiente.

La riada más mortífera de las últimas décadas en España fue la tragedia del Camping de las Nieves en Biescas, donde un cúmulo de circunstancias y errores acabaron con la vida de ochenta y siete personas.
Este es un claro ejemplo de una construcción irresponsable en el cauce de un torrente, que tras unas lluvias muy intensas se inundó provocando fuertes arroyadas. Ni la escasa vegetación ni un plan de emergencias algo precario pudieron actuar, el daño estaba causado y la virulencia del evento era muy fuerte.

Como hemos visto una planificación correcta del territorio no solo nos ayudará a ser comprometidos con el medio ambiente, sino que gracias a ella podremos evitar catástrofes.

Aunque bien es cierto que los bienes que produciría el pueblo y los servicios que pasaría a prestar variarán, pues alejarse del agua supondría terminar con zonas de cultivos con gran fertilidad o terminar con un reclamo turístico, las vidas humanas están por delante de todo ello. Por tanto, zonas altas, de materiales estables y con una zona con riesgos mínimos sería ideal para su desarrollo (Ojo, no alejada de los ríos, simplemente respetando el cauce)

Toda la información acerca de los riesgos de inundación que pueden darse en España, puede consultarse en el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables (SNCZI) , una web del Ministerio de Transición Ecológica.

Daniel de la Morena de Navas

Fotografía: Pixabay.

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