Bio. Eso nos suena a todos. Sabemos que es mejor consumir bio es cierto, pero tendemos a olvidar que “bio” no significa ecológico. Las zanahorias bio las venden ya cortadas en envases de plástico tres veces más voluminosos que las zanahorias en sí. Eso no es ecológico. Por lo tanto, ¿por qué pensar que los BIOdiesel son la solución para luchar contra el cambio climático? Al igual que las zanahorias multiempaquetadas, los biodiesel no son ecológicos.
Los biodiesel son biocarburantes fabricados “a partir de cualquier grasa animal o aceite vegetal, que pueden ser usados o sin usar. Se suele utilizar girasol, canola, soja o jatrofa. En algunos casos, son cultivados exclusivamente para producirlo”. Son también llamados “agrocombustibles”.

Al leer la definición, podemos pensar que es la solución ideal para impedir la extracción de más petróleo y mitigar el calentamiento del planeta. De hecho, varios países ya apostaron por ese tipo de energía para cumplir las condiciones europeas, una de las cuales es que las energías renovables tienen que satisfacer el 20% de la producción de cada estado miembro en 2020. Sin embargo, según la página Ecoportal.net, “el cultivo industrial de palma y soja emite más CO2 a la atmósfera que el consumo de combustibles fósiles como el diésel o la gasolina.

Y no un poco: la producción de palma para obtener biocombustible contamina casi tres veces más. La soja, el doble que sus equivalentes de origen petrolífero”. Es cierto que los biodiesel o agrocombustibles son considerados como energía renovable, pues el CO2 que emiten ya fue fijado por la planta. Otra cosa es el CO2 extra que se genera en los tractores de gasolina que se utilizan en el cultivo de agrocombustibles, y el que se emite al fabricar los fertilizantes, pesticidas, etc. Por lo tanto, países como Alemania, Francia e Italia – según el de Infinita Renovable, son los tres primeros países europeos en consumo de biodiesel – pueden presumir de reducir la contaminación de sus ciudades pero, la única cosa que consiguen hacer es desplazarla.

Además, en países de América Latina o en Asia, como en la Amazonia de Brasil y de  Paraguay o en Malasia e Indonesia, la producción extensiva lleva a una deforestación masiva. La cual contribuye, en otras medidas al calentamiento del planeta. Al deforestar, se libera el carbono almacenado y luego, se hace menor la captación por falta de árboles.

El impacto ecológico no es la única polémica alrededor de los agrocombustibles, también conllevan cuestiones éticas. En 2008, John Ziegler, Relator Especial de ONU para el Derecho a la Alimentación entre 2000 y 2008, clasificó de “crimen contra la humanidad” la producción masiva de agrocombustibles. En aquella época se produjo una crisis alimentaria mundial en la cual los precios de los alimentos subieron, en particular en los países más pobres. Muchos opinan que la producción de biodiesel era la gran causa de ella. La producción de agrocombustibles hacía competencia a la producción de alimentos para el consumo humano. El término de crimen contra la humanidad no es exagerado cuando se sabe que se producía – y que se sigue produciendo – alimentos (maíz, soja, etc.) para “alimentar” las máquinas y no para alimentar a los hombres.

Afortunadamente, muchos ven esa fuente de energía como una fuente de transición y de hecho, ya se están desarrollando los “biocombustibles de segunda generación” que no provienen de fuentes alimenticias para no competir con el consumo de alimentos comida. Además, intentan reducir las emisiones de CO2 que supone el cultivo de biocombustibles y por tanto, reducir su impacto ambiental.

¿Son los biocombustibles de segunda generación la clave para un futuro mejor? Todos lo esperamos…

Elvina Mocellin