El Yeti o el Monstruo del Lago Ness han sido tema de conversación a lo largo de la historia en muchas reuniones de amigos y quizá vuelvan a serlo en las próximas navidades en las cenas familiares o de empresa.
Los chemtrails o estelas químicas parecen ser otro buen tema para tratar entre el cordero y el café así es que si no estás al día, a continuación va algo de información al respecto.

El punto de partida de este asunto son las estelas blancas que dejan los aviones y podemos ver en el cielo los días soleados. La confrontación sobre las mismas surge a raíz de su composición:

  • Para unos, estelas de condensación dejadas por los aviones.
  • Para otros, productos químicos emitidos desde aviones que pretenden, entre otras suposiciones, manipular el clima o vacunar a la población.

A pesar de que la existencia de estas técnicas ha sido rechazada en numerosas ocasiones por la comunidad científica, los gobiernos o incluso la Unión Europea, institución hasta donde llegó el tema de debate, la aparición de multitud de estelas en días soleados de diciembre en ciudades tan turísticas como Madrid sigue intrigando a parte de su población.

Por otra parte, te sorprenderá saber que esta idea no es tan descabellada como podemos llegar a pensar, puesto que ya existen precedente de la utilización de yoduro de plata para provocar lluvias. Estas son sustancias catalíticas que reaccionan al impactar con las nubes provocando que se acelere la liberación de hidrógeno, el cual entra en contacto con el oxígeno y forma agua.

Como vemos esta es una técnica que se ha utilizado en el pasado para aportar agua a la agricultura, pero también se han dado situaciones contrarias como es el caso de Pekín donde hace unos años, concretamente en 2006, durante la celebración de los Juegos Olímpicos diversos medios aseguraron que el Gobierno Chino pretendía “bombardear el cielo” para evitar lluvias y limpiar el cielo el día de la apertura de la cita olímpica.

La inquietante hipótesis que se plantea actualmente sobre los chemtrails es la de despejar el cielo los días de invierno con el objetivo de favorecer el turismo. Esto podría conseguirse gracias a la emisión de dióxido de plomo, compuesto que al entrar en contacto con las nubes favorecería su desecación y por tanto su desaparición.

Pero las consecuencias de su uso irían más allá de un magnífico día soleado y caluroso para disfrutar de un paseo por el campo o unos helados en la ciudad. Las partículas, contaminantes, llegarían al suelo y al entrar en contacto con la superficie tienen el mismo efecto que con las nubes, lo desecan. Algunos agricultores han llegado a denunciar la situación, puesto que no solo no llueve sino que el agua que hay se “destruye” provocándose lo que denominan como una sequía inducida.

El clima o la agricultura serían solo dos de los afectados por esta supuesta práctica, pues indirectamente la emisión de compuestos que contienen plomo terminan por dañar la salud de todos aquellos que nos exponemos a él ya sea de forma voluntaria o involuntaria.

Una vez aclarado este tema, diré que estas no son más que suposiciones que no han podido ser demostradas ni han querido ser confirmadas. Así es que no debemos preocuparnos por la idea de tener partículas de dióxido de plomo cayendo sobre nuestras cabezas, sino disfrutar de este tema en la mesa navideña, obtener nuestras propias conclusiones y saber que estas técnicas se utilizan con otros fines.  Tememos el envenenamiento del medio ambiente y el nuestro propio, pero para dispersar sustancias contaminantes no es necesaria ninguna siniestra conspiración, sino que bastan las técnicas habituales agrícolas e industriales.

Daniel de la Morena de Navas

Fotografía: Andrea Hebrero

¿Estás interesado en participar en la transición hacia una alimentación más sostenible? Visita Comida Crítica.

Únete a las miles de personas que ya han medido su huella ecológica… y aprendido cómo hacerla más pequeña. Haz clic en este enlace, no te llevará más de un minuto.