Los disruptores endocrinos son sustancias presentes en el medio ambiente, los productos cosméticos, los envases de plástico, el mobiliario que introducidas aún en pequeñas dosis pueden cambiar el funcionamiento del  sistema endocrino, actor importante de la regulación del metabolismo, del crecimiento, de las funciones reproductivas además de las otras funciones que resultan de su acción. Estas sustancias son introducidas en nuestro organismo por inhalación, ingestión o por contacto con la piel. Pueden ser naturales como el cinnamal o sintéticas como los ftalatos que son plastificantes que permiten hacer los objetos más manejables; son también utilizados en los cosméticos como agente fijador.

Los disruptores endocrinos están señalados con el dedo de ser responsables de problemas de fertilidad, de algunos cánceres (mama, próstata), pero también de aumentar el riesgo de desarrollar la diabetes. Otro problema que plantean estas sustancias es la vulnerabilidad de las mujeres embarazadas y de sus bebés. En efecto, el desarrollo del feto que depende de la acción de numerosas hormonas puede ser afectado por los disruptores endocrinos provocando después otros problemas como malformaciones genitales.

Estas sustancias constituyen un serio problema para la salud pública pero para la economía también. En efecto, la NYU Langone Center estima en 157 mil millones de euros por año el
de las enfermedades asociadas a la exposición a los disruptores endocrinos, y eso es sin contar enfermedades como los cánceres de mama, de próstata, de hígado y la enfermedad de Parkinson. La NYU Langone Center destaca también que los pesticidas constituyen la fuente de la mayoría de disruptores endocrinos.

Además, la información de que disponemos sobre los disruptores no es exhaustiva porque hay algunos que no ha sido objeto de estudios -profundos- o sus efectos sobre la salud no son todos conocidos. Ciertamente los efectos individuales de algunos disruptores endocrinos son conocidos, pero se ignora las consecuencias que pueden tener si interactúan juntos (el efecto cóctel).

Aparte de eso, hay que señalar la falta de implicación por parte de las autoridades; la Comisión Europea necesitó dos años para proponer una definición -controvertida- de lo que son los disruptores endocrinos. Esta definición no fue aceptada unánimemente por  numerosos científicos, países y ONG porque no protegería suficientemente la salud de las poblaciones: cubre solamente las sustancias que se ha comprobado que son disruptores endocrinos y no incluye las que pueden ser disruptores probables o potenciales.

Es cierto que es difícil escapar a los disruptores endocrinos porque están por todas partes, pero hay soluciones para limitar nuestra exposición a ellos como evitar utilizar productos que contienen bisfenol A, ftalatos, reducir  la utilización del plástico y preferir los envases en vidrio. Como se ha mencionado antes, los pesticidas son una fuente importante de disruptores endocrinos, así tenemos que lavar bien las frutas y verduras antes de cocinarlas y pelarlas si es posible o  consumirlas bio.

En relación con los productos cosméticos, contienen muchas sustancias nocivas para la salud incluidos los disruptores endocrinos, por lo tanto sería más prudente preferir productos certificados bio o fabricar nuestras propias cremas, mascarillas, etc. en casa. Sin embargo se tiene que notar que todos los producto bio no están desprovistos de disruptores, algunos pueden tener cinnamal, un agente aromatizante natural.

No necesitamos necesariamente productos de limpieza complicados con ingredientes peligrosos, a veces el vinagre blanco, el bicarbonato, el jabón de Marsella pueden ser suficientes. No se debe olvidar el papel de las autoridades y la sensibilización. El poder público debe tomar el problema más en serio y revisar su implicación estableciendo por ejemplo reglamentaciones para obligar la mención de los disruptores endocrinos en los productos de uso corriente, pero también invertir en las investigaciones para que dispongamos de más información sobre estas sustancias y compartirla con las poblaciones que no son necesariamente conscientes de los efectos de algunos componentes de los productos de consumo.

Texto y fotografía: Fatima Ouedraogo