Fotografía de: Dimitri Karastelev en Unsplash

No es diabólico ni extraterrestre, ni fabricado artificialmente en un laboratorio. Es un elemento de la naturaleza que, por una serie de circunstancias, ha irrumpido en nuestra sociedad de manera devastadora. El coronavirus tiene la capacidad de infectar a muchas miles de personas en un breve período de tiempo y un porcentaje de esas personas, afortunadamente pequeño, puede enfermar de gravedad y morir. No es algo que podamos tomar a la ligera.

La medida más efectiva, como se ha comprobado en China y Corea del Sur (donde el número de casos diarios baja paulatinamente) es la congelación instantánea de toda la población: quedarnos en casa, para entendernos, no viajar, movernos lo menos posible. Así evitaremos que el virus salte con facilidad de persona a persona, el número de contagiados y enfermos decrecerá y el sistema sanitario podrá lidiar con el problema sin derrumbarse.

Así que tenemos un problema muy grave y una solución muy drástica, pero que funciona. Vamos a estar así, en situación de emergencia, un mínimo de varias semanas, así que es necesario que empecemos a ver el lado menos malo de la situación (porque bueno no tiene ninguno). Es decir, a convertir los problemas que nos vamos a encontrar en soluciones que, tal vez, nos servirán para vivir mejor cuando la crisis del coronavirus no sea más que un recuerdo.

Compremos comida de calidad

Un reciente estudio de Nielsen muestra que están creciendo con rapidez las ventas de legumbres. Es lógico, porque son sanas, baratas e imperecederas. En general, todo el mundo está haciendo acopio de las piezas básicas de la cocina tradicional: legumbres, arroz, pastas. Con el añadido de verduras frescas, algo de fruta y un poco de carne o pescado, ya tenemos la sana y asequible dieta mediterránea en funcionamiento.

¡Cocinemos!

No vamos a tener más remedio que hacernos la comida. Los bares y restaurantes no están diseñados para frenar la expansión de una epidemia. Es imposible mantener la mítica distancia de seguridad en cualquier bar medianamente lleno. Ayer mismo se supo que muchos están planteando cerrar, para reducir la transmisión del virus y para proteger a sus empleados. Así que, recetario en mano, pongámonos manos a la obra. Veremos que no es tan difícil, que puede ser muy satisfactorio y que nuestra salud (y nuestro bolsillo) mejorarán. Eso sí, no olvidemos disfrutar la hostelería cuando podamos volver a hacerlo.

Dejemos de comprar basura, dejemos de producir tanta basura

La actividad comercial en general se va a reducir, excepto la de supermercados, farmacias, estancos y kioskos de prensa (los cuatro principales negocios abiertos en Italia ahora mismo). Es una buena oportunidad para revisar nuestros hábitos de compra, re-evaluando lo que necesitamos de verdad, los que compramos sin saber para qué, los caprichos de los que (no) podemos prescindir… y la cantidad de embalajes superfluos que acarrean estas compras. Producir menos basura ayudará además al buen funcionamiento del sistema de recogida y tratamiento de residuos.

Caminemos

Dentro de la congelación general propuesta de la población, algo que sí está a nuestro alcance es caminar y ver la ciudad, más vacía, con otros ojos. Siempre tomando precauciones y evitando cualquier aglomeración de personas. Veremos que el espacio urbano gana mucho en cuanto lo liberamos de coches humeantes y ruidosos.

Moraleja: Deja de contaminar el espacio público y de ser una molestia para tus vecinos. Comparte el espacio público y si puedes, mejóralo.

No nos compliquemos la vida

Por ejemplo, programando un robot de limpieza (que consume energía eléctrica y se puede estropear, y puede ser difícil de reparar) en lugar de barrer tranquilamente y acabar la tarea en unos minutos. Lo mismo se puede decir de toda clase de artefactos que nos dan más trabajo del que quitan, como lavavajillas, aspiradores, termomixes, etc. La vida es muy corta para desperdiciarla en estas cosas. La actividad manual también sirve para mover algunos músculos que si vamos a hacer una vida sedentaria igual se van a resentir.

Homo habilis: repara, reutiliza, modifica

Es el momento de ponernos manos a la obra y sacar partido a lo que ya tenemos, reparando lo que está roto o dándole otro uso a objetos que íbamos a tirar. Hay todo un mundo de posibilidades en los trastos encerrados en el fondo de un armario.

Naturalicémonos

Si existe la basuraleza, también existe la ciudaleza, ciudad con plantas y animales compartiendo el espacio urbano con los ciudadanos. Estos elementos refuerzan nuestra salud y mejoran el espacio urbano. Desde un par de tiestos en la ventana a una terraza atiborrada de plantas y avecillas.

Comunidad y solidaridad

Si hasta ahora te limitabas a gruñir un saludo a tus vecinos cuando te los encontrabas en la escalera, ha llegado el momento de preguntarles si necesitan algo. Una pequeña ayuda puede ser invaluable en estas circunstancias.

La pandemia pasará, esperemos que con pocas víctimas, y parece que hará mucho daño a la economía financiera, como en 2008. Pero tal vez deje una consecuencia más positiva: una costumbre de uso prudente de los recursos, una cierta idea de que queremos vivir mejor, con más abundancia de aire puro, tranquilidad, plantas, calles animadas y todo lo demás.