Lo cierto es que no hubo un “Plan Nacional de Despetrolización” ni nada parecido. Lo que ocurrió es que una serie de mecanismos se sumaron y se retroalimentaron positivamente hasta producir el resultado final. Hubo presión económica, nuevos sistemas de precios, algo de legislación, un cambio cultural, en general una evolución imparable de un modelo energético a otro más barato, menos contaminante y menos insolidario. En definitiva, más sostenible. He aquí algunos de los factores de cambio que podemos imaginar:

El sector del transporte apuesta cada vez más por el biofuel y la electricidad
Las empresas y los profesionales del transporte abandonan masivamente los vehículos convencionales y se pasan a los vehículos eléctricos, con un período de transición en que se usa el  biofuel y los vehículos híbridos como puente. Las ventajas son principalmente económicas: un precio muy reducido de la energía, menos costes de reparaciones. El transporte de mercancías y las rutas de viajeros hacen recorridos prefijados y planificados y son perfectos para los vehículos eléctricos, incluso de autonomía limitada. Ya hay planes para electrificar flotas de empresa al completo o los taxis de toda una ciudad.

Auge del vehículo compartido
El uso del coche compartido en todas sus modalidades crece con rapidez hasta copar una parte importante de los viajes, tanto intra urbanos como intrerurbanos. La razón principal en este caso también es económica. La consecuencia es una creciente reducción del número de vehículos de motor de explosión activos, que hacen un kilometraje apreciable al año de más de 25.000 km por ejemplo. El resto de los vehículos pasan a la categoría de “poco activos”, con kilometrajes de 2.500 km o menos y un consumo de de combustible reducido en proporción.

Notable subida de precios del combustible
Una serie de factores internos y externos -guerra en zonas de producción de petróleo, crecientes costes de extracción de hidrocarburos no convencionales vía fracking o yacimientos marinos profundos, etc. aumentan el precio de los derivados petrolíferos drásticamente. La respuesta es doble: dar el salto a las energías renovables cuando se puede hacer (la industria lo puede hacer con bastante facilidad) y usar mucho menos combustible petrolífero que antes, restringiendo viajes o compartiendo vehículo.

Nuevas tecnologías de la información y la comunicación
Las TICs tienen un impacto múltiple. Son cruciales en la reducción de una flota de más de 20 millones de vehículos activos a poco más de 2 millones (mediante apps para la búsqueda instantánea de trayectos). A más largo plazo, coches de conducción automática podrán literalmente ir a buscar solitos a sus pasajeros. Las TICs también contribuyen a potenciar el teletrabajo, reduciendo así la demanda de transporte. Las impresoras 3D reducen los viajes a la tienda, y sistemas informáticos muy sofisticados permiten gestionar el funcionamiento de miles de centrales de energía renovable ajustando perfectamente la curva de oferta a la de demanda y haciendo así más eficiente al sistema.

Municipios cada vez más hostiles al coche
Siguiendo la corriente principal europea, muchas ciudades grandes y medianas empiezan a organizar la erradicación de los vehículos de motor de explosión de sus cascos urbanos. Se comienza por el centro y se continúa hacia la periferia. Las medidas son diversas: sistemas de bicicleta pública, encarecimiento de los precios de aparcamiento, peatonalizaciones masivas, etc. Como resultado, los coches convencionales pierden buena parte de su utilidad y de su atractivo.

Nuevos materiales
Paneles solares muy baratos y fáciles de fabricar y baterías de muy larga duración rompen definitivamente la barrera de eficiencia de la energía solar fotovoltaica y de la autonomía del vehículo eléctrico. Los nuevos paneles, flexibles y resistentes, pueden colocarse en cualquier sitio y conectarse inmediatamente a la red. Los nuevos vehículos eléctricos ya tienen una autonomía de 800 km. el doble que el mejor modelo de los actuales, y se recargan en minutos.

Energía renovable no dependiente de los caprichos del clima
Siguiendo el ejemplo de Gorona del Viento, en la isla de El Hierro, una astuta combinación de aerogeneradores e hidroelectricidad casi inmune a la climatología –la energía eólica sobrante sirve para elevar agua, que hace funcionar las turbinas cuando no sopla el viento–, las centrales fotovoltaicas, eólicas, hidráulicas y de biomasa se conectan entre sí y con dispositivos de almacenamiento de energía hasta formar una central renovable virtual invulnerable a los cambios del clima, si hace viento o no, si hace sol o está nublado, o si llueve o hay sequía.

Los beneficios
Los resultados de la despetrolización son una sustancial reducción del paro (las energías renovables necesitan mucha más mano de obra que las fósiles, a igualdad de energía comercializada), la drástica reducción de la enorme factura del petróleo (mas 40.000 millones de euros el año pasado), y una gran disminución de la tasa de dependencia energática del exterior. Otros factores positivos son  la caída en picado de las emisiones de CO2, con el consiguiente ahorro en derechos de emisión, y la mejora de la salud pública en las ciudades al respirar aire menos contaminado.

¿Puede hacerse?
Lo más interesante es que esta historia de sostenibilidad-ficción podría ocurrir, y que no haría falta poner en marcha costosos e ineficaces planes de estímulo a cosas que no funcionan (como el coche eléctrico de baja autonomía, 500 unidades vendidas al año tras varios años de Movele). Sería más bien cosa de poner en marcha el sentido común y la creatividad y dejarlos funcionar libremente.

Fotografía: Clker-Free-Vector-Images  en Pixabay