A estas alturas, con cientos de países firmando entusiasmados el compromiso de reducción de emisiones de la COP 21 y comprometiéndose activamente en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, hay pocas dudas de que, políticamente al menos, el consenso es universal: vamos a combatir el cambio climático en serio, vamos a avanzar hacia un mundo más sostenible.

¿Cómo será este cambio? Podemos imaginar nuestro mundo comparándolo con el mundo del siglo XVIII, abrumadoramente solar pero con algunas islas fósiles, principalmente en Inglaterra. Pues nuestro mundo es abrumadoramente fósil pero con algunas islas solares, bastante repartidas. En realidad no hay regiones renovables opuestas a regiones fósiles, sino una enjambre de iniciativas sostenibles que van más o menos a contracorriente de la corriente dominante, fósil e insostenible. Si todo va bien, estas islas de viabilidad crecerán y terminarán por ser dominantes. Allá por 2050, la última central térmica de carbón cerrará sus puertas, o puede que mucho antes.

El problema está en distinguir las islas sostenibles que resistirán y crecerán de las que serán ahogadas en embrión, caso más frecuente de lo que parece. Vamos a ver unas cuantas ya visibles que parecen prometedoras. Pero habrá sorpresas, sin duda.

El retorno de envases

Actividad más vieja que el mundo (es el gesto de “usar y tirar” el que es moderno) el retorno de envases consiste en re-introducir los envases usados en el circuito de fabricación y consumo, sin dejar que se conviertan en residuos.  Es un ejemplo muy bueno de la llamada ahora ampulosamente economía circular. Técnicamente es factible, incluso ahora en que se ha multiplicado el número de envases desechables que cada tienda tendría que gestionar.

Ya hay muchas iniciativas en este sentido, como Retorna. El problema es que, hoy por hoy, la gran industria artículos de consumo no está por la labor, prefieren el viejo sistema de contenedores de recogida de residuos.

El coche eléctrico compartido

Aunque sofisticado (exige alta tecnología por todas partes) el coche eléctrico compartido es una sorpresa agradable: funciona bien, y está creciendo. No necesita ser alimentado artificialmente, muchas personas lo consideran como la forma más natural de moverse por la ciudad. Sus posibilidades de crecimiento son ilimitadas. Si la hostilidad de las ciudades hacia el coche privado y de combustión sigue creciendo, es indudablemente una buena opción de futuro.

La RSC

La Responsabilidad Social Corporativa, RSE, Aspectos no Financieros, Reputación, etc, etc, es ahora mismo un considerable quebradero de cabeza para las empresas. En la práctica, muchas corporaciones se limitan a organizar carreras populares y siguen fabricando productos dañinos usando procedimientos de fabricación contaminantes. Sin embargo, podrían convertirse en buenas islas de sostenibilidad si la RSC actual “cosmética” evoluciona hacia una RSC “de núcleo”, que afecte a toda la actividad de la empresa.
El flexitarianismo

La palabra es bastante extraña, pero el significado es claro: una alimentación basada en vegetales pero que no renuncia a medidas porciones de comida de origen animal. Es decir, la cocina tradicional de toda la vida. Esta tendencia no requiere nada más que un cambio cultural que lleva décadas produciéndose, desde que se alcanzó (hace 20 años) el pico de consumo de carne y leche. Desde entonces, no ha dejado de disminuir.

El autoconsumo eléctrico

Fabricar una parte al menos de la electricidad que consumimos en nuestra propia casa es algo tan atractivo que hubo que frenarlo (al menos en España) mediante el correspondiente decreto. En realidad no es tan fácil: el autoconsumo eléctrico es una confluencia de una tecnología en continua evolución (y que puede mejorar más todavía gracias a los aerogeneradores urbanos), amén de aspectos técnicos, legales, financieros, etc, no siempre sencillos.

Pero se ha demostrado que es una gran ventana de oportunidad. Más que nada porque puede convertirse en un vicio: si alguien produce un 20% de la electricidad que consume y ve ahorros de dinero y una cierta satisfacción personal ligada a la autosuficiencia, la tentación de subir a al 30 o 50% puede ser irresistible. Sobre todo si las grandes compañías eléctrica siguen teniendo una imagen pública tan negativa como ahora.

La bicicleta

La bicicleta está siendo una gran sorpresa. Está funcionando bien sin necesidad de estímulos artificiales. Hay avances y retrocesos, por ejemplo la tasa de fracaso en iniciativas de bicicleta municipal es alta, pero la tendencia general es ascendente, en modalidad privada o pública, convencional o eléctrica. La bici es una gran isla de sostenibilidad. Un factor favorables es su papel en la mejora de la salud y la forma física de las personas, su bajo precio y sencilla y probada tecnología.

Consumo colaborativo, economía colaborativa

Smartphone en mano, esto tiene toda la pinta de una silenciosa revolución, algo así como el equivalente en el siglo XXI de la máquina de vapor de James Watt en el siglo XVIII. Así lo afirman todos los investigadores de esta nueva forma de economía. En realidad está delante de nuestras narices: ya estamos compartiendo viajes en coche, comprando y vendiendo cosas, abasteciendonos de comida, intercambiando habilidades y muchas otras cosas gracias a las posibilidad que nos ofrece la nueva tecnología de comunicación.