El maldito afán recaudatorio

Muchos conductores consideran que los límites de velocidad están puestos con el fin exclusivo de poner multas y recaudar dinero para el Estado. No se les ocurre que pueden servir para reducir la siniestralidad en las carreteras e incluso para aminorar el consumo de combustible y por ende la contaminación. Como resultado, millones de conductores conducen por encima de los límites de velocidad (las encuestas dan cifras de más de la mitad) y cientos de miles son multados cada año, con una reincidencia pasmosa: algunos radares fijos (los famosos “radares que más multan”) colocan decenas de multas diarias, el récord español está en 54.911 sanciones en 2017. Esta mina de oro recaudatoria está en el kilómetro 59 de la carretera nacional VI, en Segovia. Eso quiere decir una multa cada diez minutos, 24 horas al día, siete días a la semana, 12 meses al año.

Esta cultura extendida del exceso de velocidad obliga a desplegar numeroso personal y mucha tecnología, radares fijos, móviles y a bordo de helicópteros. Por el bando contrario, hay infinidad de apps para avisar y compartir información sobre localización de los radares, y llegó a haber un próspero mercado de detectores e inhibidores de radares, ahora prohibido. Todo el mundo sabe que un conductor solo respetará el límite de velocidad si cree que hay un radar o un agente de tráfico en las proximidades. Las consecuencia son muchos accidentes que se podrían evitar, más combustible quemado y más contaminación.

 

Los coches urbanos

Los llamados coches urbanos son utilitarios pequeños que los fabricantes venden con el señuelo de que “están hechos para la ciudad”. “Muévete como un pez en el agua en la ciudad” es otro señuelo habitual. Es una especie de premio de consolación para los que no se pueden comprar un SUV o crossover grande. La propaganda de las marcas dice cosas bastante absurdas:  “Un diseño urbano ideal para aparcar en la ciudad”, por ejemplo. Se refiere a que este tipo de coches mide solo 3,5 metros, bastante menos que los grandes coches normativos hoy en día. Pero eso no significa que tengas menos dificultades para aparcar o que pagues menos por hacerlo.

Los antiguos utilitarios, ahora llamados coches urbanos, son un callejón sin salida, y es una irresponsabilidad de los fabricantes poner el rótulo de “urbano” a un coche de motor de combustión, por muy pequeño que sea.  Las ciudades en todo el mundo están erradicando el coche de sus calles, y no les importa mucho si es pequeño o grande, sino más bien su edad y su índice de emisión de contaminantes. Los únicos coches que se pueden llamar propiamente urbanos son los eléctricos compartidos, que ya empiezan a proliferar.

 

La gasolina más barata

Una prospección de los precios del combustible muestra que el ahorro máximo ronda los 5 céntimos de euro por litro. Con un kilometraje de 20.000 km (algo superior a la media) y un consumo de 5 litros por 100 km, el ahorro anual sería de unos 50 euros. Menos da una piedra, pero el problema es que los conductores en busca de gasolina barata pueden hacer kilómetros innecesarios GPS y app en mano, y que una vez cargado el combustible los 3 o 4 euros ahorrados en el llenado del depósito pueden provocar el efecto Jevons (la energía barata se consume con más alegría).

Muchos de estos conductores expertos en encontrar gasolineras baratas no conocen empero las técnicas de conducción eficiente, que garantizan un ahorro de al menos 15 % en el consumo de combustible. Estas técnicas tienen ventajas añadidas: reducen la recurrencia de averías y accidentes, pues implican una conducción sin altibajos bruscos, más relajada y suave. Otra técnica todavía más economizadora es usar el coche solo cuando realmente se necesita, y emplear alternativamente el transporte público, la bicicleta o caminar.

Jesús Alonso Millán