Sigue los siete principios básicos del conductor pacificador: ahorrarás dinero, vivirás mejor y mejorarás la vida de tus semejantes.

Dentro de diez o veinte años el tráfico urbano habrá cambiado radicalmente. Casi todos los coches serán eléctricos, muchos de uso público y casi todos de conducción autónoma. Los accidentes y la contaminación se reducirán drásticamente. Pero hasta que eso llegue hay algo que puedes hacer ahora mismo para convertir tu ciudad en un lugar mucho más agradable: convertirte en un conductor pacificador.

He aquí sus siete principios básicos, fáciles de poner en práctica y que te permitirán ahorrar dinero, vivir mejor y mejorar de paso la vida de tus semejantes.

Huye de la actitud de piloto de carreras urbano

Cuanta más elevada la velocidad, más ruido hará tu coche, más polvareda levantarán los neumáticos, y más elevado será el riesgo de atropellar a alguien y herirlo de gravedad. Por lo general la velocidad máxima en cascos urbanos está establecida en 50 km/h, pero muchos conductores la superan en cuanto tienen ocasión. No sirve de nada: los segundos ganados en un tramo se perderán en el siguiente semáforo o el próximo atasco.

Levanta el pie del acelerador. Adelántate a la tendencia general, que es reducir la velocidad máxima del tráfico en las ciudades a unos 30 km/h, y si vas por calles estrechas no pases de 20 km/h.

Mantén un ritmo elegante y pausado

La escena es habitual: un coche acelera en una esquina a una velocidad escalofriante para pasar un semáforo verde por los pelos, solo para detenerse cincuenta metros más allá en el siguiente semáforo en rojo.

Mantén una velocidad lo más constante posible. Alargarás la vida de tu coche, irás menos a taller y reducirás el riesgo de accidentes.

No intimides a los peatones

Otra escena habitual: un coche se acerca a toda velocidad a un paso de peatones sin semáforo, para amedrentar  a los que van a cruzar, y tiene que frenar bruscamente –con grave riesgo para los que van detrás–  cuando alguien no se deja asustar y empieza a caminar por el paso de cebra.

Si te acercas a un paso de cebra, frena paulatinamente a unos cien metros de distancia, haya o no gente a punto de cruzar. Si la hay, párate cortésmente a unos metros del paso, y si no cruza el paso a baja velocidad.

Acércate tranquilo a los semáforos

Si ves un semáforo en lontananza, tranquilo. Ve reduciendo la velocidad y prepárate para la luz roja. No aceleres con la esperanza de pasarlo en ámbar. Aunque parezca raro, los semáforos con cámaras acopladas son una mina de oro para los ayuntamientos: “cazan” miles de conductores diarios y muchos son reincidentes. Dinero que se ahorra el conductor pacificador.

Respeta a la parte más débil

Los semáforos están diseñados a favor del tráfico rodado de manera abrumadora: no son raros tiempos de 100 segundos para que pasen los coches y de solo diez para que pasen los peatones. Los tiempos de cruce se establecen partiendo de que un peatón puede cruzar a una velocidad de algo menos de un metro por segundo. Esa velocidad no la pueden alcanzar muchas personas mayores o con movilidad reducida. Aunque parezca increíble, algunos conductores las increpan y azuzan tocando el claxon.

Se cortés con los peatones, tanto dentro de los semáforos y pasos de cebra como en mitad de la calzada.

No te metas donde no te llaman

¿Alguna vez te has preguntado por qué existen los bolardos? Muy sencillo, para evitar que los coches se suban a la acera. En cuanto deja de existir un obstáculo físico, los coches se meten en todas partes y aparcan en cualquier lugar, ocupando espacios que no deberían ocupar.

Utiliza las zonas de aparcamiento señaladas, no metas el coche en lugares como un solar abandonado a través de un agujero de la valla.

Aumenta tu tiempo de reacción a los obstáculos

El conductor pacificador conduce con nervios de acero. Si se encuentra una furgoneta de reparto obstruyendo su camino, no toca la bocina instantáneamente y con furia. Espera tranquilamente  a que llegue el conductor del vehículo y luego sigue su ruta.

No te lances instintivamente al pulsador del claxon. Cuenta hasta diez y evalúa la situación antes de empezar a hacer ruido.

Jesús Alonso Millán