La agricultura europea tiene problemas: dificultades de acceso para los jóvenes agricultores, especulación, extensión de fincas y dificultades de transmisión de tierras. Pero por supuesto, hay soluciones.

La compra de tierras se ve poco a poco como una oportunidad de inversión muy rentable. Con el fenómeno de especulación de las tierras, los agricultores reciben presiones de las grandes empresas y los inversores extranjeros que utilizan las tierras no solamente para uso agrario sino también, y cada vez más, para infraestructuras, usos energéticos o turismo.

Lo notable es que en Europa las tierras están cada vez en mano de menos gente. Al mismo tiempo que las superficies agrarias se reducen. “El 1% de las explotaciones agrícolas controla un 20% de las tierras de cultivo de la UE y el 3% controla el 50%” (Comité Económico y Social Europeo (CESE) en un dictamen fechado en julio de 2015 sobre el tema del «acaparamiento de tierras: llamada de alerta a Europa y amenaza para la agricultura familiar»). La decadencia de los propietarios en Europa está vinculada con el acaparamiento de los terrenos y la reorientación del uso agrario para la expansión urbana, turística o la construcción de carreteras y otras infraestructuras. Además de reducir la cantidad de tierras disponibles para la agricultura, estos proyectos tienen consecuencias directas sobre la biodiversidad. La desaparición de especies está vinculado con este fenómeno.

Frente a la creciente urbanización, el precio de la tierra y la presión sobre la misma están aumentando. La tierra arable periurbana está amenazada por asentamientos urbanos e industriales lo que significa que la agricultura pierde superficie útil para el cultivo. En efecto, muchas de las tierras vendidas están destinadas a ser construidas.

Sin embargo la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural del Parlamento Europeo está probando facilitar el acceso de los agricultores a la tierra a través de políticas que establezcan “controles más estrictos en los contratos de arrendamiento, un requisito para reportar irregularidades, y la posibilidad de sanciones, ya que el alquiler es a menudo el primer paso para comprar”.

Es verdad que la UE tiene una posición particular con las políticas agrícolas, desde 1962 cuando nació la Política Agraria Común. El problema es que la PAC se ha convertido en una política financiera: la concentración de tierras agrícolas conduce a una concentración de las ayudas, con muchos grupos de interés detrás de las subvenciones. Algunas críticas enfrentan este modelo de ayuda europea, así hay asociaciones que denuncian el daño ambiental causado por un modelo productivista y que puede contaminar los suelos. Además Greenpeace denunció la mala repartición de las ayudas: en 2015 el 1,5% de los beneficiarios recibió el 32% del importe total de la ayuda.

La verdadera transición ecológica europea tiene que pasar por la agricultura pero ya se pide a los agricultores realizar muchos esfuerzos: sobre la calidad de los productos, la reducción del uso de productos para la protección de la biodiversidad, el bienestar de los animales… Hay que ser conscientes de la presión hecha sobre el trabajador agrícola; además del efecto que todavía se nota de que la PAC en sus primeras décadas haya favorecido el productivismo para garantizar la seguridad alimentaria de su población tras la Segunda Guerra Mundial. La producción efectivamente aumentó a través de la modernización de las granjas pero también a través del uso de pesticidas. Es necesaria una reforma del modelo de post-guerra ya que parte de los subsidios todavía están asignados sobre los rendimientos establecidos en 1992. Las pequeñas granjas ecológicas no se benefician de las ayudas financieras aunque producen evitando la contaminación del suelo. Una crítica común a la PAC es el incentivo al productivismo en detrimento del medio ambiente. Por otro lado, desde 1993 hasta 2013, Europa ha perdido 11% de sus tierras agrícolas, lo que representa la superficie de Rumania. Otro fenómeno es la desaparición de las pequeñas fincas. De las 4,2 millones de fincas desaparecidas en Europa entre 2003 y 2013, el 96% de las mismas tenían menos de 10 ha. Así se ve el fenómeno de extensión de los grandes terrenos que, en su mayoría, se cultivan de una manera intensiva.

Hace varios meses una reforma de la PAC está en preparación; se reforma cada siete años. La UE estaba hablando reducir en un 5% el presupuesto de la PAC para el periodo 2021-2027. La UE se enfrenta a otros tipos de desafíos –inmigración, defensa, Brexit– y necesita equilibrar sus presupuestos. Sería la primera vez que el monto atribuido a esta histórica política bajará.

 

¿Hay alternativas a estas malas noticias sobre el futuro del trabajo agrícola y las disponibilidades y utilizaciones de la tierras?

Sí, existen. Nosotros, como ciudadanos, podemos ayudar a los agricultores a instalarse y además apoyar proyectos de agricultura ecológica. En Europa existen asociaciones, plataformas y redes que son convergencia de varios movimientos que vinculan educación popular, agricultura orgánica y biodinámica, finanzas éticas, economía circular y desarrollo rural.

En Francia existe Terre de Liens, una asociación que tiene como objetivo preservar las tierras de cultivo, facilitar el acceso de los agricultores a la tierra y desarrollar la agricultura orgánica y campesina. Ayudan a los campesinos a llevar a cabo proyectos para establecerse, especialmente permitiendo la adquisición de tierras agrícolas por colectivos de ciudadanos, a través de La Foncière (una empresa para estos proyectos donde se utiliza la inversión solidaria o el ahorro) o mediante el sistema de Grupo de Tierras Agrícolas (GFA). Este último sistema consiste en involucrar a grupos de ciudadanos en la instalación de un campesino mediante la compra de acciones que le permiten no tener que solicitar un préstamo: los campesinos son, por lo tanto, arrendatarios de sus tierras que no están sujetos a una especulación. Las decisiones relativas a la producción son siempre responsabilidad de los agricultores, pero en lo que respecta a la tierra, las decisiones son tomadas colectivamente por todos los socios del GFA.

La Associazione Italiana per l’Agricoltura Biologica (AIAB) es una asociación italiana de productores, técnicos y ciudadanos-consumidores. Esta asociación se ha estado movilizando durante varios años para resaltar los problemas de la tierra en Italia y desafiar a los políticos, en un contexto marcado por la rápida desaparición de las tierras agrícolas. Por ejemplo haciendo trabajos de investigación que promueven los intereses de los productos orgánicos desde la idea del desarrollo sostenible, basado en los principios de salvaguardar y mejorar los recursos, el respeto por el medio ambiente, el bienestar animal y la salud de los consumidores. Está reconocida por la UE y ha desarrollado marcas que siguen regulaciones más restrictivas que la legislación orgánica europea. Para dar una mayor garantía al consumidor, las empresas pueden unirse voluntariamente y usar etiquetas como esta en sus productos:

 

Además está en contra la venta de tierras públicas de cultivo por el Estado o las comunidades locales para compensar el problema de las deudas públicas. A menudo estas tierras se venden en grandes lotes, a los postores más altos, en detrimento de los agricultores locales y los jóvenes que buscan establecerse. Así la AIAB está fuertemente movilizada para preservar las tierras públicas y organizar su transmisión a los agricultores. Es también la red del movimiento ecológico y representa los interés de los productores orgánicos porque defienden la idea de que este modelo de desarrollo para el campo italiano es una alternativas a la “agricultura industrial”.

Regionalwert AG en Alemania es una empresa que apoya el desarrollo del sector orgánico alrededor de Friburgo de Brisgovia. Esta empresa quiere estimular la acción ecológica empresarial con relevancia regional. El objetivo es la soberanía alimentaria económicamente rentable de la población local –en áreas económicas regionales manejables. En términos de política regional, asume un rol de control en el desarrollo regional a través de inversiones de capital concretas en fincas de áreas rurales. Recauda fondos de los accionistas, la mayoría de los cuales viven en la región. El dinero se invierte en granjas orgánicas, empresas procesadoras, tiendas, servicios de entrega de cestas, etc. La tierra no está destinado a ser revendida y los accionistas no reciben dividendos en metálico.

Una buena noticia para terminar: la superficie de la producción agrícola biológica está creciendo. El 6% de las tierras agrícolas de la UE están cultivadas en orgánico y la mayoría de estas tierras se concentran en cuatros países: España (17%), Italia (13%), Francia (11%) y Alemania (10%) . El 61 % de los agricultores que han elegido la producción ecológica tienen menos de 55 años. Esto significa que si los proyectos orgánicos de los jóvenes agricultores que quieren comprar tierras están apoyados por otros sistemas como el ahorro ciudadano, y no solamente por el sistema financiero y bancario convencional, podríamos ver a la agricultura ecológica tener más espacio en el mundo agrícola europeo.

Fotografía: icon0.com desde Pexels.

Laura Houis

 

 

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