La vida en 2021, ha cambiado un poco o mucho. La percepción de las cosas, las preferencias, los puntos de vista y hasta nuestra disposición a ser más solidarios es distinta.

Existe una sensación positiva respecto a la disminución de los impactos negativos sobre el planeta o por lo menos parece que existiera algo más de conciencia sobre nuestras acciones y sus efectos en el entorno. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados en 2015, ya no son desconocidos, los vemos hasta en las fotografías de expertos temáticos, ¡Están por todas partes! Esa ruedecita multicolor cargada de ambiciosos objetivos y metas que impulsa las políticas y estrategias de los gobiernos ¿traerá la solución a los grandes problemas sociales, económicos y ambientales?

Las Cumbres del Clima han pasado a ocupar portadas. El Protocolo de Montreal 1989, aquel que sentó las bases de la acción climática, ocupa un sitio en el juego de mesa “Trivial”. Estamos más pendientes, que hace unos años, sobre los compromisos políticos internacionales y el efecto que van teniendo en nuestras ciudades, en el aire que respiramos, en la temperatura en ascenso cada verano. Es una preocupación real intentar no alcanzar esos 2ºC más de temperatura en el planeta, acercarnos a la neutralidad climática y de llegar a cero emisiones en 2050. Estamos también pendientes de ese fenómeno social que son los “desalojos forzosos” conocidos como migraciones climáticas, constituyen una violación a los Derechos Humanos para aquellos afectados que luchan por una “justicia climática”.

Estos temas, y otros tantos sobre sostenibilidad, conservación de la biodiversidad o el cambio climático han tomado posesión en nuestro diario y tal vez acercándonos al año y medio de pandemia son el timón de pequeños cambios.

Han disminuido las enfermedades víricas (más allá del número de contagiados y muertes por la Covid-19) y no nos hemos enfermado, el uso de mascarillas, de gel hidroalcohólico, los cuidados de limpieza y el uso de desinfectantes han afectado nuestra salud, manteniéndonos libres de virus pero rodeados de productos y sustancias tóxicas dañinas para los seres vivos. 

Nos hemos movilizado muchísimo menos, a veces a mínimos impensables con el teletrabajo, los desplazamientos en general han disminuido, las compras de víveres han crecido en los comercios de barrio y también en plataformas de venta por internet, y con ello sí que han crecido el número de vehículos repartidores en las calles. Los viajes de ocio continúan postergados, y qué decir de los desplazamientos largos en avión por motivos variados han quedado en el recuerdo. Cuando podamos, tal vez salgamos despavoridos a viajar.

Parece que ha sido más fácil de lo imaginado trabajar a distancia, en videollamadas que han contribuido a la disminución de gases de efecto invernadero ocasionado por el sector de la aviación, uno de los grandes contaminantes de la atmósfera.

El consumo de ropa, más allá de la necesaria, otro tema en el que nos ha costado poco dejar de hacerlo. Vamos a por la quinta o casi sexta estación del año sin necesidad de renovar el armario de temporada. Así de mal acostumbrados vivimos  en España, el país textilero por excelencia en Europa, con precios y ofertas irrisorias; al punto en que el turismo de compra textil era o es un atractivo boom.

La alimentación, tal vez nos hemos vuelto más selectivos, más observadores de etiquetas, procedencias, etc. Sin duda hemos vuelto un poco a los orígenes, a cocinar y comer más comida casera. Esto de trabajar en casa nos ha brindado la oportunidad de sentarnos en la mesa con la familia diariamente.

Las ciudades se están transformando, la ocupación de todo tipo de vehículos compartidos eléctricos no para de crecer, la ocupación de espacios públicos destinados al tránsito vehicular está siendo ocupado por terrazas de bares y restaurantes, las reformas domiciliarias para recuperar el balcón o terraza están están a la orden del día, el interés por los mercados de productores, mercadillos de segunda mano, mercados ecológicos son frecuentes, y las salas de cine tímidamente intentan transformarse a espacios abiertos.

¿Volveremos a vivir como antes? De alguna manera y como buenos seres vivos estamos en constante evolución. Esperemos vivir mejor que antes, más conscientes y responsables.

Texto y fotografía: Cecilia Barrera Gamarra