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Es cada vez más frecuente encontrar en los medios de comunicación el término de Economía Circular. Pero ¿qué es la economía circular?
Es una serie de medidas económicas que buscan una producción sostenible, reduciendo los desechos y la demanda de materia prima, es decir, cambiar el ciclo actual de Producir → Usar → Tirar por el de Producir → Usar → Producir.

Tras la presentación por parte de la Comisión Europea en el 2015 del Plan de Acción para una economía circular y la aprobación el año pasado del Informe sobre Una vida útil más larga para los productos: ventajas para los consumidores y las empresas por parte del Parlamento Europeo, la Unión Europea está claramente virando sus políticas hacia este nuevo modelo económico.
Esta creciente preocupación por la economía circular se ve reflejado en la reciente elaboración por parte del gobierno Francés, de una hoja de ruta para luchar contra la obsolescencia programada y favorecer la economía 100% circular, y la reunión del 5 de marzo que tuvo lugar en Bruselas para discutir la aplicación de la economía circular en la UE.

La hoja de ruta, publicada por el Ministère de la Transition Écologique et Solidaire dentro de la Ley de Transición Energética y la Agenda 2030, tiene como objetivo ser aplicada no solo en el propio país, si no servir de modelo para una política común europea con la iniciativa #MakeOurPlanetGreatAgain.
Este documento se basa en 5 puntos fundamentales:

• Incentivos para las empresas y la investigación.
• Involucrar a la población mediante campañas y planes educativos nuevos.
• Reconversión de trabajadores, creación de nuevos empleos y certificaciones.
• Reducción de residuos generados.
• Reducción de la dependencia del país de las importaciones de materias primas y de las variaciones del mercado exterior.

En cuanto a la lucha contra la obsolescencia programada y el desperdicio de alimentos, algunas de las propuestas que se ofrecen son: la mejora de la información disponible para que los consumidores puedan elegir la mejor opción (mejora del etiquetado, extensión de las garantías, puntos de donación de alimentos no vendidos, etc), ofrecer incentivos y ayudas para desarrollar un mercado de reutilización y reparación mejor estructurado y de fácil acceso, ecodiseño, etc.

Se hace hincapié en la importancia de un buen sistema de separación de residuos, ya que si los bienes al final de su vida útil se clasifican adecuadamente su reincorporación a nuevos productos será más fácil y por lo tanto el nivel de residuos menor.
Para alcanzar el residuo 0 se propone la implantación generalizada del compostaje (la fracción orgánica supone aproximadamente un 40% del total de residuos generados), recolección de envases mediante incentivos, dividir en 5 corrientes la separación de residuos de empresas (vidrio, papel, metal, madera, plástico), simplificar y armonizar las reglas de clasificación de residuos para que sea fácil para los ciudadanos, cambios en el sistema de tasas e impuestos aumentando los que afecten a actividades contaminantes y reduciendo los que conlleven una menor producción de residuos, cambios en el reglamento de los vertederos e incineradoras permitiendo la entrada solo a determinados productos, etc.
En cuanto a residuos producidos por empresas se pone el foco en especial en el sector de la construcción ya que es el mayor productor de residuos (247 millones de toneladas de residuos al año). Se propone que se realice un estudio antes de la demolición para que esta sirva como «banco» de materiales.

Lo bueno de esta hoja de ruta francesa es que recopila las experiencias y proyectos piloto que se han estado desarrollando en Europa con éxito durante los últimos años. Al tener este conglomerado de propuestas comprobadas se puede ver que los objetivos y metas propuestos no son ideas descabelladas de difícil aplicación. Un ejemplo sería la recogida selectiva de envases en Alemania o en el caso de Suecia, las exenciones de IVA aplicadas a ciudadanos que reparan los objetos en vez de reemplazarlos por unos nuevos.

A la zaga de estos cambios, el gobierno español está elaborando, de manera conjunta por el MAPAMA y el MEIC, una Estrategia Española de Economía Circular.
¿Cómo podría afectarnos esto en el día a día? Como todos los cambios al principio sería duro, no cabe duda, ya que requiere un esfuerzo de toda la sociedad, pero la economía circular no deja de ser el modo de vida que teníamos en nuestro país no muchos años atrás. ¿Quién no recuerda ir al zapatero a que le arreglara una suela, un bolso de cuero, o los automáticos del abrigo? algo, que si nos paramos a pensar, ahora resulta inimaginable porque económicamente nos compensa más comprar un producto nuevo en una gran superficie.
Además muchas de estas medidas (bien practicadas) nos permiten ahorrar mucho dinero a lo largo del año ya que al reparar los objetos que ya tenemos nos ahorramos dinero, a lo que hay que sumar que se proponen muchos incentivos e incluso beneficios fiscales.

En resumen, de unos años a esta parte hemos vivido un boom de consumo desenfrenado basado en un rápido usar y tirar, un modelo de consumo totalmente insostenible en el tiempo que si no atajamos con medidas como las propuestas por Francia harán que vivamos rodeados de toneladas de basura, electrodomésticos pasados de moda y ropa a la que solo le falta un botón.

Carlota López