No necesitas ninguna lista de ecoproductos, solamente unas pocas ideas de sentido común fáciles de poner en práctica.
El problema de las listas de recomendaciones para vivir mejor, de manera más sostenible (es decir, mejorando el medio ambiente en el que vivimos, de manera prolongada en el tiempo) es que algunas se pueden seguir pero otras muchas no, y algunas son francamente absurdas. Por ejemplo, “usa la bicicleta para desplazarte” es poco útil si tienes que llevar a dos o tres niños pequeños al colegio. Por poner otro ejemplo, “dúchate en lugar de bañarte” es algo que todo el mundo hace sin pensar, a no ser que disponga de mucho tiempo libre, una bañera y un calentador de agua de gran capacidad.
Así que nos vienen muy bien recomendaciones realistas y operativas, que cualquiera pueda adaptar a sus circunstancias particulares para mejorar su vida. Hurgando en manuales de estilos de vida sostenible hemos hallado estas tres ideas generales, que pueden dar mucho juego si se las exprime un poco.
Simplificar
“Hacer más sencillo, más fácil o menos complicado algo”. Nos quejamos continuamente de la falta de tiempo que implica nuestro acelerado estilo de vida, pero la verdad es que no paramos de complicarnos la ídem. No tenemos más que echar un vistazo al armario de útiles de limpieza. Es muy posible que veamos dos docenas de productos distintos, desde los recambios de la bolsa recogepolvo del aspirador al quitagrasas destroyer. La acción a tomar es tirarlo todo (con las debidas precauciones) y quedarnos solamente con una escoba, una fregona, una pastilla de jabón Lagarto y una botella de vinagre. Más información aquí.
Podemos continuar eliminando unos cuantos electrodomésticos que no usamos desde que los compramos o que nos dan más trabajo del que nos quitan (caso de la mítica yogurtera o de la engorrosa licuadora de frutas y verduras). Pero el concepto de simplificar puede ir más allá. Volviendo al ejemplo de más arriba, la solución al problema de llevar a los niños a su destino educativo puede ser elegir el del barrio, de forma que puedan ir andando ellos mismos con sus amigos y amigas cuando tengan la edad para ello. O bien, para cualquier desplazamiento, en lugar de usar un vehículo (público o privado), caminar simplemente si la distancia no es muy larga. Evidentemente una ducha es una opción más sencilla que un baño de bañera, ahí estamos todos de acuerdo. Barrer o pasar la mopa puede ser más sencillo que usar un aspirador, abrir las ventanas es mucho más sencillo que comprar, conectar y recargar un ambientador, y así hasta una lista muy larga que cualquiera puede completar a su manera.
Aligerar
“Hacer ligero o menos pesado”. En este caso se trata de la mochila de energía, agua y materiales, incluyendo alimentos, que todos llevamos encima. Puede ser muy grande, del orden de varias toneladas de petróleo, cincuenta o más metros cúbicos de agua y miles de kilos de materiales diversos, sin contar un par de cubos de sustancias tóxicas diversas. El problema es que el planeta no tiene espacio suficiente para tantas personas con mochilas tan grandes, y las mochilas mayores –algunas gigantescas– las tienen los ciudadanos con dinero de los países ricos.
Para ir más ligeros por la vida, no tenemos más que averiguar el tamaño de nuestra mochila o su equivalente huella ecológica. No tienes más que cumplimentar esta encuesta (se hace en dos minutos) y verás tu huella en términos de planetas Tierra. Es decir, si todo el mundo tuviera la misma huella que tú, ¿cuántos planetas Tierra necesitaríamos? Lo malo es que solo tenemos uno. Si tu huella supera la unidad (como suele ser el caso) comienza a tomar medidas para reducirla. Plantéate una serie de transiciones ecológicas, de acuerdo con tu circunstancia personal y vital: cambia el coche por la bici (transición en el transporte), la carne por las legumbres (transición en la alimentación), etc.
Sanear
Es una palabra con varios significados, aquí la usamos con el sentido de reparar y prevenir un daño. Se trata de reducir al mínimo, o eliminar si es posible, los componentes que tu cuerpo no reconoce y ante los cuales, por lo tanto, no sabe cómo reaccionar. Se trata de aditivos en alimentos, pesticidas en la comida, contaminantes en combustibles, tóxicos en productos de limpieza, etc.
La lista es muy larga, pero podemos empezar el saneamiento pensando en términos de las actividades que llevamos a cabo. En la limpieza, basta con simplificar (ver arriba) para eliminar de un plumazo todos los tóxicos. En alimentación, cuando hablamos de alimentos procesados, armados de una lupa de aumento, podemos rechazar todos aquellos productos atiborrados de aditivos (son los que figuran con una E- seguida de un número, puedes consultar aquí esta guía). Uno o dos aditivos pueden estar bien, pero muchos alimentos llevan más de tres o cuatro y hasta diez o doce de estas sustancias, que indican un alimento de muy mala calidad. Si compramos alimentos frescos, son preferibles los de temporada y cultivo ecológico. En el transporte, la fórmula es sencilla, abandonar el motor térmico o de combustión. En materia de bricolaje, usar pinturas de base de agua, barnices no tóxicos, etc. Para más información, haz clic aquí.
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