¿Cuánto cuesta?

Alguien tiene que hacerse cargo de las más de 22 millones de toneladas de residuos urbanos que se producen anualmente en España. En realidad, el sector de recogida y tratamiento de residuos urbanos da empleo a millares de trabajadores y utiliza un nutrido parque de maquinaria y vehículos de transporte. Es responsable de cientos de instalaciones, que incluyen desde pequeños vertederos sanitarios o controlados a complejas instalaciones de separación selectiva e incineración.

¿Cómo afecta todo esto a nuestro bolsillo?

Veamos algunas tendencias en lo que respecta al coste económico del tratamiento de residuos.

Pagaremos más

Ya terminaron (casi) los tiempos en que los municipios se deshacían de sus basuras depositándolas y enterrándolas en cualquier espacio abierto, con un coste ínfimo para el ayuntamiento y para sus contribuyentes. Actualmente, el coste medio de recogida, transporte y vertido controlado de los residuos urbanos asciende a entre 3 y 6 céntimos de euro por kilo. Haciendo un sencillo cálculo, suponiendo 560 kilos producidos por persona y año, cada ciudadano debería pagar entre 16,8 a 33,6 euros al año.

Esta cantidad sólo paga el coste mínimo de recoger los residuos y depositarlos en un vertedero con unas mínimas garantías sanitarias. Pero las directivas de la Unión Europea obligan poco a poco a construir vertederos cada vez más sofisticados, con barreras de vegetación que los separen del entorno, depuración de las aguas residuales –lixiviados– que producen, aprovechamiento del biogás que genera la fermentación de la materia orgánica, etc. Todo esto incrementará el coste por cada kilo de residuos tratados por este procedimiento.

Pero esto es sólo el principio. Las nuevas leyes de los residuos obligan a reciclar elevados porcentajes de sus componentes: papel y cartón, vidrio, plásticos, etc. Esto obliga a establecer sistemas de recogida selectiva en las calles -contenedores especiales- y a poner en marcha instalaciones de separación en las plantas de tratamiento de residuos, atendidas por operarios especializados. Todo esto cuesta dinero. Pero ¿cómo lo pagaremos?

Pagaremos de otra forma

Hoy en día, muchos ayuntamientos consideran de mal gusto cobrar a sus ciudadanos una tasa especial de recogida de residuos -la antigua tasa de basuras- y la disfrazan dentro del recibo de la contribución (actual IBI, impuesto de bienes inmuebles) o dentro de otras tasas municipales. No obstante, las recomendaciones de expertos y organismos internacionales a los gobiernos van en la dirección contraria: hacer transparente el recibo de recogida de residuos, de manera que cada ciudadano sea consciente de cuánto paga y de cómo se emplea su dinero. Algunas experiencias muestran que existe una fuerte y lógica resistencia a una subida brusca de la tasa de basuras entre las asociaciones ciudadanas, pero esto puede cambiar si los ayuntamientos son capaces de poner relieve las muchas ventajas para la salud ambiental del nuevo sistema, más caro.

Existe otra manera de pagar la recogida selectiva y el tratamiento de los residuos, que se está aplicando ya a los envases. Es el famoso Punto Verde, que figura ya en la mayoría de los envases que se comercializan en Europa. El Punto Verde significa que la empresa productora del envase está adherida a un sistema integrado de gestión, garantizando el principio de “quien contamina paga” e indicando que dicho envase va a seguir un camino correcto de separación selectiva, selección y reciclaje (o bien otra forma de «valorización», como la incineración con recuperación de energía). El coste del punto verde por envase es variable, es decir, este precio dependerá del tipo de residuo y de su peso.. Esto significa que el productor de cada tarrina de yogur o un envase de 5 litros de aceite de oliva, por ejemplo, paga un precio determinado al sistema integrado de gestión para que gestione adecuadamente dicha tarrina en el momento que sea un residuo. El coste del Punto Verde lo pagan los productores, y lo canalizan los Sistemas Integrados de Gestión de envases, actualmente Ecoembes y Ecovidrio.

Alguien podría pensar: ¿por qué no establecer una tasa de basuras en función de los residuos que realmente produzca cada hogar? Se han hecho algunos experimentos al respecto, pero las dificultades logísticas de una tasa así son evidentes.