Entradas

  • Entrada de agua
    Desde el agua que se utiliza para regar los cultivos hasta el agua que utilizamos para lavar o cocinar los alimentos, el uso del agua para la alimentación es bastante elevado. Según datos del INE del 2018, se utilizaron 15.495 hm3 de agua para agricultura. Estamos hablando de órdenes por encima del 70% del consumo de agua en España.
    Para conocer el impacto respecto al agua consumida de los alimentos existe el concepto de huella hídrica. La huella hídrica nos indica la cantidad de litros de agua que se necesitan para producirlos. Accede al catálogo de la Water Footprint Network para ver algunos ejemplos de la huella hídrica de algunos productos: 822 litros por 1 kg de manzanas, más de 15.000 litros por 1 kg de ternera o 287 litros por 1 kg de patatas. En la misma web también se pueden encontrar datos de huellas hídricas nacionales. 
  • Entrada de energía
    Desde el cultivo de las plantas, hasta la conservación y elaboración de nuestra dieta, los alimentos utilizan todo tipo de energía: captación solar en la fotosíntesis, consumo de combustibles fósiles para maquinaria agrícola y el transporte, gas o biomasa para el confort térmico de algunos animales de granja o la elaboración de productos, electricidad para iluminar explotaciones ganaderas o superficies de compra de alimentos, etc. Según el Informe Anual de Indicadores Agricultura, Pesca y Alimentación 2019 el 5,8% de la energía final consumida en España se destinaba a la agricultura, silvicultura, pesca y la industria alimentaria.
  • Entrada de materiales
    Aunque en algunos puntos existe la posibilidad de llevar tu propio recipiente de casa para comprar a granel, la mayoría de nuestras compras incluyen la adquisición del empaquetado del alimento. Estos envases han sido tradicionalmente de vidrio, papel, cartón, hojalata y aluminio; más tarde aparecieron los plásticos y actualmente ya se comercializan envoltorios biodegradables y compostables realizados con diferentes materiales. Es importante saber que no es lo mismo biodegradable que compostable.
  • Entrada de químicos
    Fertilizantes en la agricultura, antibióticos en la ganadería o conservantes en la producción son algunos de los químicos que entran en nuestros hogares a través de los alimentos. También están los contaminantes o sustancias que acaban involuntariamente en nuestros alimentos y que suelen tener un riesgo sobre nuestra salud.
  • Suelo
    La mitad del suelo en España se destina a la agricultura y la ganadería con más de 23 millones de hectáreas, 17 de las cuales se dedican al cultivo aunque parte de él se utiliza para la alimentación del ganado

Salidas

  • Salida de energía
    La energía que requiere nuestro cuerpo para satisfacer sus funciones vitales y las que nos permiten realizar nuestras actividades las obtenemos de la alimentación. Proteínas, hidratos de carbono, grasas, azúcares, etc., son procesadas en nuestros órganos para obtener elementos que nos permiten respirar, bombear sangre, mover nuestros músculos, etc.
  • Salida de residuos
    La mayoría de los residuos que se producen en una casa derivan directamente del consumo de alimentos. Cerca de la mitad de esta cantidad son restos de comida o materia orgánica que puede servir para fabricar abonos orgánicos, y  otra gran parte son envases desechables de cartón, papel, plástico, hojalata, aluminio y vidrio.
  • Salida de tóxicos
    Nuestro consumo de alimentos tiene gran influencia indirecta sobre los flujos de compuestos tóxicos a través de los ecosistemas. La agricultura intensiva está basada en el uso intensivo de fertilizantes y pesticidas que acaban en los suelos, las aguas subterráneas o en las escorrentías superficiales. La ganadería intensiva, por su parte, genera problemas por los purines que se acumulan y que contaminan suelos y aguas.
    En tóxicos también podemos incluir la contaminación atmosférica. En España, este sector se situaba en el segundo con más emisiones de gases de efecto invernadero para un total del 24% de las emisiones totales del país. De ellas, casi la mitad van asociadas a los fertilizantes y la gestión de suelo, y la otra mitad a la ganadería.
    Por otro lado, hay que recordar que la agricultura, por su parte, también tiene el efecto contrario y puede considerarse un sumidero de CO2
  • Paisajes y diversidad cultural y ecológica
    Tanto la agricultura como la ganadería intensivas tienden al monocultivo, con amplias extensiones dedicadas a la producción de una única variedad de planta o animal. Esto redunda en perjuicio de la diversidad del paisaje, así como en el retroceso de las poblaciones de muchas especies de vida salvaje.